Argentina y China, una relación autodestructiva

Por: Redacción Bocado

El gobierno argentino avanzó durante la última semana en un nuevo acuerdo con China: desarrollar a la acuicultura nivel nacional. Mientras que China es el principal productor acuícola en todo el planeta, en Argentina el sector no se encuentra del todo desarrollado, por lo que parece ser un blanco fácil para la inversión.

Si bien la propuesta propone la sustentabilidad, la acuicultura siempre es riesgosa. Para que el proceso funcione, debe llevarse a cabo un enriquecimiento excesivo del ecosistema y son comunes los casos de escape de peces al mar abierto, causando tanto depredación de otras especies como transmisión de bacterias que se encontraban dentro de la jaula. 

Lo ocurrido en Chile en las últimas décadas es buen ejemplo de los desastres ambientales y económicos que la acuicultura puede causar. Y, además, hechos recientes demuestran que Argentina y China intentan impulsar acuerdos económicos no siempre son sustentables y no siempre respetuosos de los derechos de personas y animales.

En julio de 2020, Argentina intentó otro acuerdo económico con China que generó polémica. El Ministerio de Relaciones Exteriores, encabezado por Felipe Solá, avanzó en un acuerdo que proponía duplicar la cantidad de carne porcina producida para exportar más a China con una inversión de 3.500 millones de dólares para la construcción de 25 granjas y frigoríficos. El plan era pasar  de producir 700.000 a 1.3 millones de toneladas anuales.

Luis María Kreckler, embajador argentino ante China entonces, defendió el acuerdo, indicando que “La producción porcina promueve inversiones y empleo calificado y formal”. La cancillería aseguraba que no existía riesgo ambiental alguno. El gabinete del presidente Alberto Fernández se refería a las mega fábricas de carne porcina como fuentes de empleo, dinero y acceso al mercado internacional pero omitía los crueles métodos para la cría de cerdos así como los riesgos ambientales que ese modelo provoca.

Hoy en día, a más de un año, el memorándum de aquel proyecto aún no fue firmado. La tenaz oposición social obstaculizó lo que el gobierno argentino creía que era un camino allanado. Sin embargo, el gobernador de Chaco, Jorge Capitanich, firmó un acuerdo con la empresa Feng Tian Food para instalar 3 plantas productoras de carne de cerdo en el territorio chaqueño.

Capitanich dijo que apuntan a “ser símbolo de la recuperación de la economía argentina a partir de la agroindustria”. Nuevamente, la difícil situación económica del país es utilizada como excusa para despiadados proyectos.

Desde el comienzo de la pandemia, China se ha mostrado solidaria con los países latinoamericanos mediante la facilitación de respiradores y vacunas. Fernando Lugris, embajador uruguayo en China y jefe allá de la misión diplomática de los países de América Latina y el Caribe, no dudó en agradecerle al gigante asiático por su activa ayuda durante el escenario pandémico. “Existe un gran agradecimiento de parte de las embajadas latinoamericanas y caribeñas en Beijing por el apoyo del Gobierno chino y las empresas chinas que desarrollan las vacunas que estamos recibiendo”, dijo.

Pero no todo es ayuda humanitaria: luego aparecen acuerdos de cooperación que implican la explotación de la fauna y flora de Argentina, por ejemplo. La cría intensiva cerdos y ahora también de peces en territorio sudamericano para alimentar luego a mercados y población en China.

Con una producción anual de 53 millones de toneladas de pescado, China supera a todos sus competidores siendo el principal productor acuícola de a nivel global. En Argentina, el sector no se encuentra explotado. De hecho, pocas semanas atrás, Tierra del Fuego fue pionera al prohibir la actividad para el cultivo y producción de salmón (o salmonicultura). A Matías Kulfas, Ministro de la Producción, no le agradó para nada la decisión fueguina, exponiendo así la mirada que el gobierno tiene sobre la producción de peces en jaulas.

Según explicó Guillermo Abdala, director nacional de acuicultura, el gobierno aspira a desarrollar industria y generar recursos: El 54% de las proteínas acuáticas de consumo proviene de la acuicultura, no de la pesca. Mientras tanto, localmente, el 99,2% de las divisas del sector provienen de la pesca y representan unos u$s1.800 millones al año. Entonces, con el desarrollo acuícola local podríamos aspirar, al menos, generar ingresos por otros u$s1.800 millones”.

Obtención de divisas, el objetivo. Los animales y los efectos del modelo quedan en segundo plano.

Negociaciones en curso

Los embajadores de Argentina y China han tenido ya varias reuniones para el tema de producción intensiva de peces.

Según se informó, un primer encuentro el 28 de julio durante el cual el embajador Zou Xiaoli, dijo que China  “está dispuesta a trabajar con Argentina para realizar estudios de recursos en áreas marinas relevantes como una oportunidad para intensificar los contactos y la cooperación entre instituciones de investigación científica acuática de los dos países”.

A la segunda reunión asistieron el embajador argentino en China, Sabino Vaca Narvaja,  Guillermo Abdala, el subsecretario de Pesca y Acuicultura Carlos Liberman y el subsecretario de Promoción e Inversiones de la Cancillería, Pablo Sívori. Al salir, el embajador dijo que trabajaban para  “ultimar detalles de cooperación e intercambio de información para promover y fomentar el desarrollo de la acuicultura nacional”. Es decir, las negociaciones avanzan.

Expertos y activistas han advertido que los riesgos son varios. Porque la acuicultura puede causar una pérdida de funcionalidad del ecosistema, autopolución, la diseminación de parásitos o enfermedades a las especies silvestres y casos de desastres ambientales.

Según el medio Prensa Obrera, al ser China el país acuicultor más grande del globo, propone una sustentabilidad que ni siquiera aplica en su propio territorio: “China utiliza los mismos métodos de producción que cuestionan las organizaciones y especialistas ambientales. La excusa de que con la acuicultura descomprimen la extracción en los mares se desmiente con que alimentan a los peces de cultivo con harina de pescado, que se fabrica con el remanente de especies de la sobrepesca ilegal y que incluye al propio Mar Argentino”. 

El movimiento artístico Voicot, por su parte, sentencia: “países como el nuestro empeñan sus recursos naturales para que los países que todo destruyen sostengan su status”. 


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