Colombia a un tris de ganar su derecho a la información y la salud

Por: Redacción Bocado – Foto: UTT.

En 2016 la sociedad colombiana dio los primeros pasos de una batalla que recién empezaría a ganar en 2021. La ley de comida chatarra, como se conoce en ese país al paquete de medidas que comienza con sellos negros que identifiquen nutrientes críticos y termina con una sociedad que ya no compra con naturalidad bebidas azucaradas y snacks como si fueran alimentos adecuados, obtuvo el voto afirmativo de la Cámara de Senadores a solo tres días de terminar el período legislativo. Colombia ingresará así a los países con políticas públicas que preservan el derecho a la salud por encima de los intereses comerciales, un lugar en el que ya están Chile, México, Perú y Uruguay. Sin embargo aún no se puede cantar victoria: en los próximos días tendrá lugar la conciliación del texto final, una instancia en la que la industria espera aprovechar para boicotear el triunfo. “Estamos felices pero no es momento de bajar los brazos”, dice Carolina Piñeros, Directora Ejecutiva de la Red PaPaz, una de las organizaciones más implicadas en esta batalla.

¿Consideran que la #LeyComidaChatarra es una buena ley? ¿Qué implica?

Sí, es una buena ley y es necesaria para la población colombiana. Su objetivo es garantizar el acceso a información clara, veraz, oportuna, visible, idónea y suficiente, sobre los productos ultraprocesados, tanto comestibles como bebidas, que se ofertan en el país, con el objetivo de mitigar los hábitos alimentarios inadecuados.

El alma de la Ley es implementar de un etiquetado frontal de advertencia para todos los productos comestibles o bebibles, clasificados de acuerdo con el nivel de procesamiento, que evidencie los contenidos de edulcorantes o los excesos de azúcares, grasas saturadas, sodio.

El sello de advertencia deberá ser de alto impacto preventivo, claro, visible, legible, de fácil identificación y comprensión para los consumidores, con mensajes inequívocos que adviertan al consumidor de los contenidos excesivos de nutrientes críticos y la presencia de edulcorantes.

Estas etiquetas deberán estar en el frente de los empaques y su forma, leyenda y tamaño será determinada por el Ministerio de Salud acorde con la mejor evidencia científica disponible libre de conflicto de interés.

El Ministerio de Salud también deberá determinar el perfil de nutrientes para el país, acorde con los lineamientos y recomendaciones de OPS y OMS.

Colombia tuvo quizás uno de los caminos más turbulentos para llegar a esta instancia, ¿quiénes fueron los lobistas más importantes? Entre las marcas, ¿las empresas locales como Postobón o las internacionales como Nestlé y Coca Cola?

La ANDI (asociación Nacional de Industriales) de manera permanente ha hecho públicas sus posturas de desacuerdo con los artículos que consideramos centrales en este proyecto. Pero también sabemos que contratan empresas que hacen la tarea de presionar a los tomadores de decisión. Sumado a que en Colombia muchos Congresistas y partidos políticos reciben dinero para sus campañas de las grandes industrias.

A lo largo de la discusión, a través de estos congresistas, han presentado proposiciones que buscan modificar el proyecto de ley, evitando, por ejemplo, que se haga referencia a los niveles de procesamiento como un criterio para definir qué productos deberían contener el etiquetado. También han recomendado como referente el CODEX alimentario, el cual desconoce la clasificación de los productos debido a su nivel de procesamiento ni plantea umbrales para definir el exceso de nutrientes críticos. Adicionalmente, han hecho énfasis en incluir declaraciones en salud en productos que contengan sellos frontales de advertencia, lo cual puede producir efectos contrarios a los que se buscan con la #LeyComidaChatarra, en la medida que pueden confundir al consumidor.

Lamentablemente, la presencia del Ministerio de Salud ha sido muy pobre en los debates de esta Ley y el que ha estado presente es el Ministerio de Comercio, quien ha estado al lado de estas Industrias y de los gremios.

¿El impuesto a las bebidas azucaradas en qué instancia se encuentra?

Se ha buscado que el impuesto a las bebidas azucaradas sea discutido en el contexto de las reformas tributarias presentadas por el Gobierno. En el último articulado presentado por el Ejecutivo para su discusión en el Congreso no fue incluida, a pesar de ser una recomendación de las comisiones de expertos consultadas.

En este momento, el proyecto de reforma fue retirado y no está en discusión; sin embargo, se sabe que se está preparando un nuevo texto y esperamos que el impuesto a las bebidas azucaradas sea incluido. En caso de no ser así, hay varios congresistas que han afirmado públicamente la necesidad de que lo incluyan en la propuesta de reforma, posiblemente ellos lo presentaran vía proposición durante el debate.

Desde la sociedad civil se ha puesto mucha insistencia en su conveniencia, también es una medida que goza de aceptación por parte de la ciudadanía. Estamos listos para hacer incidencia y lograr que se debata y apruebe en el congreso.

William Dermody, vocero de la asociación de bebidas estadounidense, afirmó que gravar las bebidas no tendría ningún tipo de incidencia en la obesidad. ¿Qué opinión tienen ustedes?

Existe evidencia científica libre de conflicto de interés que señala que el impuesto sí reduce el consumo, que es lo primero que se busca, con el tiempo esta reducción aporta a los objetivos en salud propuestos.

Por ejemplo, en México: El consumo de dichos productos disminuyó 9.7% en el 2015. De igual forma, dos años después de implementado el impuesto las compras de agua embotellada se incrementaron 2.1%. El número de consumidores de Bebidas Endulzadas disminuyó después del impuesto, mientras que el número de NOconsumidores aumentó.  Después de la implementación del impuesto, la probabilidad de convertirse en no-consumidor aumentó en 4.7 puntos porcentuales, y la probabilidad de ser un consumidor bajo se incrementó en 8.3 puntos porcentuales.

En Berkeley, las ventas de bebidas azucaradas disminuyeron 9.6% en las tiendas en un año, igual ocurrió en Reino Unido y en otros países dónde se ha implementado.

Justamente estudios en Colombia prevén que al implementarse un impuesto no menor a 20% el consumo de estas bebidas se reduciría en 32%

¿Cuán poderosa es la industria azucarera en Colombia?

Muy poderosa. En Colombia esta industria es dueña de la de bebidas azucaradas y de comestibles y dulces ultraprocesados. Han impedido y bloqueado medidas que promueven la disminución de consumos no saludables. Muchos de los escenarios de decisión pública están capturados por estas industrias, tienen un enorme poder para influir en decisiones. Han logrado además crear un frente común liderado por la ANDI, que en varias oportunidades ha actuado acompañado de otros gremios FENALCO (Comerciantes), ANDA (Anunciantes), e incluso de asociaciones que la industria financia como ACTA y ALACCTA. Lamentablemente, en lugar de ser regulados participan o, más bien, bloquean las decisiones de salud pública.

¿Qué rol juegan y han jugado los medios de comunicación en estos procesos?

Algunos medios de comunicación masivos son también propiedad de los mismos dueños de empresas de bebidas azucaradas, lo que hace nuestra tarea un poco más difícil. Hemos sufrido vetos a la divulgación de nuestros mensajes en la TV abierta nacional (pueden ver los mensajes en www.nocomasmasmentiras.org y en www.villanabebidaazucarada.org).  Por esa razón en el 2018 acudimos a una acción de tutela, acción legal que ganamos hasta la última instancia. Gracias a ese triunfo las organizaciones de la sociedad civil podemos pautar mensajes de bien público en TV. A su vez, tenemos una estrategia de relacionamiento con periodistas, comunicadores y plataformas, muchos de ellos independientes, que nos han ayudado enormemente a amplificar el mensaje. Ellos han sido claves para que muchas más personas en Colombia entiendan lo que es la #LeyComidaChatarra, vean con buenos ojos el #ImpuestoSaludable a las bebidas azucaradas, nos ayudan a sumar voces que presionan a los tomadores de decisión y, además, visibilizan las malas prácticas de la industria que denuncia la sociedad civil.

Trigo transgénico, negocio sin fronteras

Por: Redacción Bocado

Argentina y Brasil son dos hermanos latinoamericanos inseparables. Comparten límites geográficos y también los unen también  tratados de libre comercio que garantizan la importación y exportación. La relación es aún más fuerte si hablamos de producción agrícola y un claro ejemplo es el trigo: 5 de las 11,3 toneladas que Argentina exportó en 2019 se fueron a Brasil.

Desde el 2020, los dos países caminan a la par hacia la aprobación del trigo HB4, una semilla genéticamente modificada capaz de soportar la sequía. Si bien se presenta como un avance para la agricultura, está lejos de ser inocuo. Porque ese producto se cultiva usando el herbicida el glufosinato de amonio, más poderoso que el glifosato. .

Quien desarrolló trigo transgénico HB4 es la empresa argentina Bioceres junto al Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Un negocio que le ha hecho crecer exponencialmente en los últimos años. Ha llegado incluso a cotizar en la bolsa de valores Nasdaq Global Select Market.

¿Por qué es preocupante el desarrollo del HB4? Porque el trigo influye directamente en la alimentación humana. Se usa para elaborar panes, pastas y otros productos que consumen millones de personas.Y los restos de los herbicidas que quedan en el trigo suponen riesgos de neurotoxicidad y genotoxicidad en seres humanos. Una razón que muchos consumidores han dicho les preocupa y en días recientes hizo retroceder a la empresa Havanna, emblemática productora de alfajores argentinos, que planeaba utilizar la variante de trigo transgénico.

Mundialmente este tipo de producción es tajantemente rechazado pero poco parece haberle importado a la Argentina, país que en octubre del 2020 decidió preaprobarlo. Ahora, en los primeros días de junio, Brasil se encuentra frente a la misma decisión, y con un panorama que nos hace esperar lo peor. 

Daniel Scioli, embajador argentino en Brasil, se mostró optimista en cuanto a la aprobación del transgénico. Según contó a Puntobiz, “tengo plena confianza que vamos a poder lograr la aprobación de Brasil con el impacto positivo que esto va a tener.”

Para analizar la situación brasileña en relación al trigo HB4, desde Bocado entrevistamos a Leonardo Melgarejo, miembro de la UCSNAL y de la Asociación Brasileña de Agroecología.

– ¿Cómo están relacionados Brasil y Argentina en la aprobación del trigo transgénico HB4?

– Los intereses de Agronegocio no son ni argentinos ni brasileños. Las corporaciones y los capitales internacionales que desprecian e ignoran nuestras fronteras e ilusiones de soberanía nacional son las que mandan en este juego. Para estos intereses, la aprobación del trigo HB4 parece relevante, seguida de su cultivo en Brasil y la enorme expansión en el mercado del glufosinato de amonio que esto traerá. Los gobiernos y organismos públicos responsables de las evaluaciones de riesgos cumplirán con las determinaciones de sus tutores. Una posible movilización social, que podría evitar nuevos contratiempos, parece obstaculizada en este momento por la presión relacionada con otras tragedias nacionales.

– ¿Abriría eso las puertas de la producción en Brasil? 

– Sí. Creo que, una vez aprobado el consumo, ya no habría resistencia a la plantación. En la audiencia pública, la supuesta tolerancia a la sequía de este trigo fue señalada como una ventaja comparativa para su cultivo en regiones donde la restricción hídrica ha sido señalada como un factor impeditivo -en el noreste y el medio oeste-. El cultivo en esas regiones garantizaría una reducción en el costo de suministrar harina a los habitantes del norte, noreste y centro del país.

– ¿Cuán importante es la producción de ese cultivo -el trigo- actualmente en Brasil? 

– Es insuficiente, pero muy relevante. Brasil depende hoy del trigo argentino pero no tendrá ventajas con la aprobación de la HB4, excepto en la hipótesis de que su cultivo sea, porque (1) en el norte y noreste el consumo de trigo crece, pero sigue siendo relativamente pequeño. La población de esas regiones da preferencia a los derivados del maíz y la yuca. (2) La tolerancia al glufosinato de amonio incorporará residuos de producto genotóxico a alimentos de gran consumo diario, especialmente en el centro sur (3) la supuesta tolerancia a la sequía no inspira confianza. El mismo gen fue incorporado la variedad de soja, con el mismo discurso de tolerancia a la sequía, pero sin resultados efectivos. Dejaste de hablar de ello después de la aprobación. (4) Si el trigo realmente resulta tolerante a la sequía, a mediados del período Brasil puede ser autosuficiente y Argentina perderá su mercado. (5) si Brasil deja de importar trigo argentino, esto posiblemente tendrá otras consecuencias, como la caída de las exportaciones de mercancías actualmente adquiridas por la Argentina, en el saldo de las importaciones compensado por la exportación de trigo.

– ¿Quiénes apoyan el trigo transgénico y con qué argumentos?

– Las industrias biotecnológicas, la bancada ruralista, los formadores de opinión vinculados a la agroindustria. El argumento principal es la posibilidad de cultivo y, en la secuencia, la sustitución de las importaciones

– ¿Quiénes se oponen a esto? 

– Organizaciones de la sociedad civil, en amplias articulaciones de redes locales y nacionales. Profesionales de la salud, de la nutrición, de la protección al consumidor y del medio ambiente, e incluso organizaciones empresariales de la industria. Algunos ejemplos son la Asociación Brasileña de Salud Colectiva (ABRASCO), la Asociación Brasileña de Agroecología (ABA), el Foro Nacional de Lucha contra la Agrotóxico, la Articulación Nacional de la Agroecología (ANA), el Instituto de Protección al Consumidor (IDEC), la Alianza Nacional para la Alimentación Saludable, los Consejos Regionales para la Seguridad Alimentaria y Nutricional, los frentes parlamentarios para la alimentación saludable e incluso la Asociación Brasileña de la Industria del Trigo (ABITRIGO) y la Asociación Brasileña de Industrias de Galletas , Pasta y panes de pastel industrializados (ABIMAPI), el Movimiento de Ciencia Ciudadana (MCC), la Red Irere para la Protección de la Ciencia y muchos otros.

– ¿Considera que el ahora en junio Brasil aprobará el trigo transgénico de Argentina?

Esta es una posibilidad porque aquí las aprobaciones son una constante, y porque en julio CTNBio entra en receso. Tradicionalmente se aprueban temas muy conflictivos en junio o, principalmente, en diciembre. Esto aprovecha la desmovilización relacionada con los recesos de julio y enero. Creo realmente que la aprobación se llevará a cabo, sí, pero en diciembre.

– ¿Cómo cree que lo tomará la ciudadanía del país? 

– Estamos viviendo un momento de crisis tan dramático que esta aprobación puede pasar por desapercebida. En el contexto de las muertes de Covid, el avance en la destrucción de las normas legislativas, el hambre por el desempleo y el crimen encubierto por el sistema, el pan envenenado, así como el agua envenenada, la quema y las ofensas generalizadas a los derechos humanos fundamentales, tienden a pasar desapercibidos, como signos de naturalización de los dramas de esta época. Ciertamente, los grupos organizados manifiestan inconformidad y harán campaña por la clarificación y la resistencia.  Pero probablemente la gran masa de ciudadanos había permanecido alienada e inerte.

– ¿Cree que si llega en su forma transgénica aumentará su cultivo? 

– Si el trigo HB4 es efectivamente tolerado por la sequía, que aún no se ha demostrado, creo que habrá una tendencia de su cultivo en el medio oeste brasileño. Los consumidores del norte y noreste del país, ahora suministrados con trigo importado de Argentina, lo verían como una oportunidad para reducir costos y no perderían esta oportunidad. Sin embargo, esto garantizaría la contaminación de panes y pasta con residuos de glufosinato de amonio, y soportaría la resistencia de la sociedad. La aprobación de este trigo, para la siembra en Argentina, no es en interés de los brasileños y, creo, tampoco beneficiará a los comerciantes argentinos. Creo que es fuerte la tendencia de que Brasil busque otros proveedores.

– En una de las últimas victorias de la agroecología en Argentina, Havanna se ha desligado de Bioceres, una alianza que parecía ser el comienzo del uso de HB4 en alimentos cotidianos. ¿Cree que afecta en algo esto a la decisión que Brasil tomará ahora a principios de junio?

– Sí. La campaña ha impactado fuertemente y se está extendiendo en Brasil. La decisión de Havanna refuerza la concientización y creo que contará con el apoyo de las industrias nacionales. Sin embargo, Brasil está pasando por una crisis tan relevante que la ciudadanía está sujeta a intereses transnacionales que no son respetuosos de los derechos humanos a la soberanía y a la democracia nacionales. Temo la aprobación de la HB4 porque ella depende de 14 votos en el CTNBio, donde los evaluadores pueden beneficiarse, pero no corren el riesgo de penalización por sus decisiones.

Havanna de troya

Por: Redacción Bocado

Argentina es el primer país en el mundo entero en preaprobar el trigo transgénico HB4. El Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), en conjunto con la empresa de biotecnología agrícola Bioceres, llevaron a cabo una modificación genética en la semilla de trigo otorgándole un superpoder perfecto para el campo: la resistencia a la sequía.

Sin embargo, el trigo HB4 es un caballo de troya. Porque acarrea un aliado superpeligroso: el herbicida glufosinato de amonio, que detiene la fotosíntesis de las malezas. En laboratorios lo hicieron resistente a ese químico. Sobrevive a él pero a nuestras pastas, a nuestro pan y a todo lo que se elabore con el nuevo trigo llegarán los residuos de este tóxico.

Un producto peligroso. La evidencia de la neurotoxicidad y de la genotoxicidad del glufosinato llevó a los miembros de la Unión Europea (UE) a prohibir su comercialización a fines del 2013.

Pocos días atrás, la empresa Havanna, conocida regionalmente por sus emblemáticos alfajores con dulce de leche, acordó con Bioceres empezar a elaborar algunos productos con el novedoso trigo transgénico HB4. Y la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT), organización que pelea contra el uso de transgénicos y agrotóxicos, comenzó inmediatamente una campaña en contra del nuevo ingrediente mediante el hashtag #ChauHavanna.

En un tuit publicado el 17 de mayo, la UTT compartió que el uso del trigo transgénico “aumenta el uso de agroquímicos más tóxicos que el glifosato”, significa un “mayor riesgo a la contaminación genética a otros trigos” y “consolida el poder de concentración del agronegocio”.

Debido a toda la repercusión que generó el tema, Havanna comunicó este fin de semana que deshacía su alianza con Bioceres. Voceros de Havanna hablaron por medio del portal CarbonoNews: “No vamos a opinar de la campaña. Sin embargo y centrados en nuestros clientes y consumidores, como hacemos siempre, les hemos dicho que, en primer lugar, al día de hoy todos los productos desarrollados en Havanna no han tenido ningún tipo de intervención por Bioceres. En segundo lugar, el acuerdo es absolutamente embrionario al tal punto que ni siquiera se ha producido ni una primera reunión entre los equipos de desarrolladores para analizar hacer algo en conjunto. Y, en tercer lugar, y lo más importante, es que cada vez que Havanna lanza un producto al mercado primero es testeado por sus clientes y consumidores y luego se informa por todos los medios toda la información adicional que requiera el producto.”

Para comprender la oposición a la alianza Havanna-Bioceres (o alfajor-trigo transgénico), que logró un triunfo innegable, Bocado dialoga con Fernando Frank, Ingeniero agrónomo egresado de la Universidad Nacional de la Pampa y coautor del Atlas del Agronegocio transgénico en el Cono Sur.

– ¿Cómo se vuelve Argentina el primer país del mundo en aprobar el trigo transgénico?

La aprobación de trigos transgénicos se viene intentando desde hace más de 20 años en varios países del mundo pero no se dio por el rechazo masivo de los y las consumidores/as. Argentina fue uno de los primeros países del mundo en aprobar semillas transgénicas. El primer caso fue la soja RR, en 1996. Desde 1998, se aprobaron muchos eventos también para maíz. Hoy es uno de los pocos países del mundo que los cultiva masivamente. A la vez se trata de un país donde se producen grandes cantidades de granos y harinas de trigo.

Nuestro país permitió la consolidación jurídica y económica de un sector de los agronegocios, que hoy intenta dar saltos muy peligrosos en su construcción histórica de poder. En concreto, la preaprobación del trigo HB4 en Argentina se da por el poder de lobby de la empresa Bioceres, por el poder de un puñado de funcionarios afines a los agronegocios como Basterra, Solá, Scioli y Salvarezza, y por el rol clave de periodistas como Delattorre en Página12 y Huergo en Clarín.

Pueden hacerlo de manera inconsulta, impune y secreta porque cuentan con una legislación intencionadamente laxa: la CONABIA es controlada por las mismas empresas reguladas, y en ningún momento se prevé participación ciudadana, ni del Congreso Nacional.

– ¿Por qué debe preocuparnos la instalación de trigo transgénico en Argentina? ¿Y cómo se pone en perspectiva eso mismo, pero en cuanto a Latinoamérica entera?

Los impactos negativos de los monocultivos transgénicos son muchos, y los sistematizamos en el Atlas del Agronegocio transgénico en el Cono Sur.

En particular con el trigo HB4 de Bioceres vemos como un problema grave el riesgo de que crezca la exposición a agrotóxicos, sobre todo el herbicida llamado glufosinato de amonio. También es grave el peligro de contaminación genética por el paso, intencional o no, de genes desde el trigo HB4 a trigos no transgénicos, y por el intercambio, legal o ilegal, de granos para semilla. Esto es sistemáticamente negado por Bioceres, pero está reconocido como riesgo incluso por la CONABIA en su informe sobre el trigo, publicado en 2016.

Con respecto a Latinoamérica por una parte están los riesgos asociados al consumo alimentario, en los países que hoy consumen harinas y panificados exportados desde Argentina. Además, como sucedió con la soja RR, está el riesgo de entrada, legal o ilegal, de semillas transgénicas a los países que cultivan trigo, y que serían contaminados con los transgenes del trigo HB4.

– ¿Con qué argumentos se resistió el resto del mundo?

Hay un rechazo masivo a los transgénicos centrado en los riesgos sanitarios del consumo de alimentos derivados de granos transgénicos. A la vez crece la conciencia sobre cómo impacta el consumo de derivados de transgénicos en los territorios de los países productores. Como sucede con otras actividades extractivistas como el fracking, la megaminería o las megarepresas, los grandes capitales transnacionales, a través de los agronegocios, ven en nuestros países territorios de sacrificio para producciones que consumen las clases medias y altas desde los mercados globales.

– ¿Por qué la industria utiliza un producto como el alfajor Havanna para promocionarse?

No lo sabemos. Hasta hoy, la negativa de las empresas y de los estados en etiquetar transgénicos se basó en reconocer el rechazo generalizado a los transgénicos por parte de los y las consumidores/as.  Además, vimos en los últimos años cómo el capital global concentrado apostó por emprendimientos empresariales de agricultura orgánica certificada, y otras formas de “Greenwashing”. El acuerdo de Bioceres y Havanna va a contramano de estas dos tendencias, y no sabemos hoy cómo van a evaluar ellos la política publicitaria que tuvieron en estas semanas: si como un error, o como un acierto en sus cálculos de riesgos e inversiones.

Los alfajores industriales son productos ultraprocesados que tienen todos los problemas de cualquier ultraprocesado: excesos en nutrientes críticos, incorporación de aditivos riesgosos para la salud humana, entre otros. Reemplazar a los alimentos mínimamente procesados y a las preparaciones culinarias caseras por procesados y ultraprocesados nos está llevando en Argentina a un desastre sanitario sin precedentes: las enfermedades crónicas no transmisibles (diabetes, afecciones cardiovasculares, etc.) no paran de crecer en prevalencia y como causas de muerte. Por eso la recomendación de las guías alimentarias de rechazar a los ultraprocesados.

En mi opinión Havanna, con su presencia en 13 países, con 350 locales, y su desarrollo centrado en comestibles ultraprocesados no es una empresa seria y responsable que “dio un mal paso”, sino una empresa capitalista consecuente, que replica lo más dañino de la industria alimentaria de ultraprocesados, y por lo tanto co–responsable de la pandemia de enfermedades crónicas no transmisibles. Seamos claros: de aprobarse la ley de etiquetado de advertencia que tiene media sanción, los alfajores que son vendidos como símbolo de relax, placer y pertenencia de clase, van a tener octógonos negros que advertirán que se trata de comestibles peligrosos y dañinos, y además se prohibirá a la empresa publicitarlos entre niños y niñas.

– ¿Quiénes están detrás de la campaña de boicot? ¿Qué se propone? ¿Tienen pensado extenderla a otros países?

La campaña de boicot está en crecimiento y es muy diversa. El objetivo es movilizar a la opinión pública para que el Bioceres y el gobierno nacional entiendan que este tipo de decisiones no puede ser tomadas por un puñado de empresarios y funcionarios, a puertas cerradas. Tienen que abrir los debates. Y cuando los abran escucharán que el rechazo es masivo, y que no es caprichoso, mentiroso ni miedoso como se afirma desde Bioceres sino sólido, basado en evidencias de los desastres de los monocultivos transgénicos y del consumo de ultraprocesados en Argentina y la región. Que tiene que ver con la defensa de una alimentación sana, diversa y agroecológica.

Además, esperamos que otras empresas que hoy reciben ofertas de parte de Bioceres para ser parte de sus negocios tomen nota del reclamo diverso, masivo y basado en evidencias, de un sector importante de la sociedad argentina.

¿Cómo se desarrolló la lucha contra la alianza Havanna-Bioceres por parte de quienes se oponían?

El primer objetivo, que era romper el silencio y sumar voces críticas, se cumplió e incluso superó las expectativas. Hasta este conflicto, muchas personas no habían escuchado hablar del trigo HB4 ni de Bioceres. Tampoco sabían cómo se decide la aprobación de semillas transgénicas en Argentina.

Cuando la gente escucha los riesgos que los transgénicos implican, y que además se decide a espaldas de las voces críticas y de la opinión pública, lo lógico es que se indignen y se movilicen, como lo hizo cada uno de nosotros en distintos momentos. Estamos en un momento de definiciones: si el Gobierno escucha el “NO” rotundo y diverso, tiene que recapacitar, y volver atrás la preaprobación del trigo HB4.

¿Cómo ve la posibilidad de que otras empresas hagan un convenio similar con Bioceres?

Bioceres está proponiendo, desde la página web “Generación HB4” un modelo de agricultura por contrato, similar al que Monsanto proponía con la tecnología “Intacta”: el usuario usa la tecnología y paga un canon. Además de buscar tierras para producir en estos sistemas de contrato, van a seguir buscando empresas elaboradoras como Havanna y otras, para colocar sus productos al margen de los mercados tradicionales de granos (molinos, acopiadores, exportadores, etc.), que ya se han manifestado contra el trigo HB4.

¿Qué significa la marcha atrás de Havanna para la lucha contra el HB4?

Los representantes de Havanna dijeron, textualmente “La alianza con Bioceres está en una etapa inicial de investigación para el uso. Nuestro compromiso es con los clientes, garantizando la excelencia y calidad de nuestros producto”

Todavía no dijeron que no van a seguir trabajando con Bioceres. Es importante, sin embargo, que no hayan repetido las mentiras de Bioceres sobre “sustentabilidad”, “agricultura regenerativa” y balance de carbono. Esperamos, como decíamos, que escuchen las diversas voces que se manifestaron contra el acuerdo, y no sólo a sus “focus groups”, a CEOs y funcionarios pro agronegocios. Y que formalicen el rechazo con claridad, y pasemos a hablar de otros temas.

Noticias puercas

Dos noticias en la región acerca de granjas industriales porcinas. Un noticia buena y la otra aún no se define, dependerá de lo que resuelva el Banco Mundial.

Por: Redacción Bocado

El pueblo maya Homún, en el estado mexicano de Yucatán,  batalla desde finales del 2016 con una gran planta de cría intensiva de cerdos, propiedad de la empresa Producción Alimentaria Porcícola. A casi cinco años de iniciada la pelea, la comunidad logró un gran triunfo: la Suprema Corte de Justicia del país dio la razón.

Luego de varias instancias, el máximo tribunal mexicano dictaminó este miércoles 19 de mayo la suspensión definitiva de la contaminante granja porcina, que deberá mantenerse cerrada hasta la resolución definitiva del juicio. En la corte suprema de México hubo unanimidad de los votos, dándole de este modo un rotundo triunfo a la oposición a los medios de producción que contaminan las aguas, el aire y la salud.

Como ha sido denunciado y documentado en múltiples ocasiones, las granjas porcinas intensivas implican un tipo de producción que causa amenazas al territorio que van desde la contaminación del agua, en este caso de una de las reservas geohidrológicas más importantes de México, el llamado Anillo de los Cenotes, hasta el daño en la salud de habitantes de la zona. En otras palabras, los derechos humanos del pueblo Homún estaban siendo violados por la granja porcina.

La resolución dictada por la justicia mexicana responde a una demanda presentada por 6 niños de Homún, quienes denunciaron permisos irregulares y riesgo de daños ambientales. Una pelea que había logrado una primera suspensión al aprobarse una demanda de amparo en 2018. Se trata de una historia en verdad heroica: 6 niños pararon legalmente a una granja montada de forma ilícita con aproximadamente 49.000 cerdos. 

Si bien este es un gran paso para México y Latinoamérica, sin duda restan muchos otros  por dar en el camino a sistemas alimenticios sustentables.

En Ecuador, una coalición de grupos y Organizaciones No Gubernamentales de la Sociedad Civil Global exige al Banco Mundial (BM) que no otorgue un préstamo de 50 millones de dólares solicitado para ampliar una granja industrial en ese país. Las ventajas en producción alimentaria que la granja ofrece son inversamente proporcionales a las repercusiones sanitarias, sociales y medioambientales que generaría.

Ya en 2010 hubo escándalos relacionados a los residuos vertidos en los ríos, actividad típica de las mega granjas que implica contaminación del agua que los pueblos aledaños utilizan para pescar, regar, bañarse y hasta cocinar.

Ahora, la procesadora ecuatoriana de alimentos PRONACA busca financiación para expandir sus operaciones de carne vacuna, porcina y avícola. De conseguir el préstamo se posicionaría como un monopolio gigantesco porque hoy en día ya controla más del 50% de la producción de carne de cerdo y aves de corral en el país. Los pequeños productores son y serían también damnificados por el crecimiento exponencial de PRONACA.

Es remarcable el lazo que existe entre el Banco Mundial y la procesadora. Porque, aún cuando viola los compromisos climáticos del BM en cuanto a reducción de emisiones, ha recibido al menos 120 millones de dólares en préstamos desde el 2004. 

Ahora Ecuador se encuentra a la espera de una reunión del directorio de la Corporación Financiera Internacional (CFI) del banco. Este viernes 22 de mayo decidirán si otorgan o no el préstamo.

Agroecología vs Agroindustria: quién nos alimentará.

Un mundo donde se produce cada vez más comida pero también se tira un 35% de lo que se produce y 820 millones de personas viven con hambre. Ahí (sobre) vivimos. ¿Qué lugar tiene la agroecología, cuál es su presente y cuál podría ser su futuro? El Comité de Seguridad Alimentaria de las Naciones Unidas, la plataforma intergubernamental más importante en materia de seguridad alimentaria, debate cuál sería el modelo deseable para el trabajo del campo. Bocado entrevista a Magdalena Ackermann Aredes, quien participa en ese decisivo debate como co-facilitadora del Grupo de Trabajo sobre Agroecología del Mecanismo de la Sociedad Civil y Pueblos Indígenas.

Por: Redacción Bocado – Foto: UTT.

“Nuestros sistemas alimentarios están fallando y la pandemia COVID-19 está empeorando aún más las cosas”, dijo António Guterres, Secretario General de las Naciones Unidas. Y no cabe ninguna duda: en los últimos 50 años, la capacidad de producir comida del mundo ha aumentado de manera exponencial en un 300% pero  paradójicamente la cantidad de personas que sufren hambre son  820 millones (más de un 10% de la población total del planeta, donde somos 7800 millones de seres humanos). Por otro lado, si bien creció la capacidad de producción, la capacidad de desperdicio acompañó al aumento: el 35% de la comida producida se tira.

La situación de la agricultura en el mundo es complicada, ha admitido Naciones Unidas, pero “la buena noticia es que sabemos lo que tenemos que hacer para corregir el rumbo. Los científicos están de acuerdo en que la transformación de nuestros sistemas alimentarios es una de las herramientas más poderosas para cambiar el rumbo” .

Como parte del camino que ha trazado la Organización de las Naciones Unidas para alcanzar los “17 Objetivos de Desarrollo Sostenible” de aquí a 2030, se puso en marcha un proyecto a realizarse en septiembre de este año: la Cumbre sobre Sistemas Alimentarios. Esto es, un evento que pretende lanzar nuevas medidas que logren sistemas alimentarios inclusivos y sostenibles.

Este evento parece no tomar en cuenta un órgano de la ONU que existe en Roma desde hace varias décadas. El Comité de Seguridad Alimentaria (CSA) nació a raíz de la crisis mundial del hambre de los años setenta con el objetivo de catalizar la toma de decisión por parte de gobiernos, sector privado, sociedad civil y otros actores del sistema alimentario con un único objetivo: eliminar la inseguridad alimentaria y la malnutrición.  

Actualmente se encuentran en curso las negociaciones sobre el documento de “Recomendaciones de Políticas del CSA sobre enfoques agroecológicos y otros enfoques innovadores”, que comenzaron en los últimos días de marzo de este año y se definirán en los siguientes días en Roma. Están fuertemente impulsadas por la sociedad civil global a través de un extenso trabajo participativo del Mecanismo de la Sociedad Civil y Pueblos Indígenas (MSC). En las negociaciones pueden participar hasta 138 países, pero los que más están contribuyendo al debate son Argentina, Brasil, Chile, Estados Unidos, Indonesia, México así como la Unión Europea, Suiza, Senegal y Mali. Estas negociaciones gestarán un documento común con gran peso político y podrían avizorar lo que podría ocurrir en septiembre en la Cumbre de Sistemas Alimentarios de Naciones Unidas, donde se espera que se construya un camino para la alimentación, como ocurrió en París contra el cambio climático.

Pero no todos los países están de acuerdo con la agroecología como opción, por el contrario, buscan a toda costa defender el agronegocio. Países agroindustriales como Argentina, Brasil y Estados Unidos demuestran su rechazo y ejercen un fuerte lobby en contra.

De hecho, estos países, intentando defender durante las negociaciones su sistema de producción agroindustrial, han propuesto que se analicen incluso otros enfoques innovadores nacidos del corazón del agro. Durante la segunda ronda de negociaciones, la representación de Argentina presentó un borrador con comentarios y observaciones pro-industria. En contraparte, decenas de organizaciones y más de tres mil personas presentaron una carta abierta al gobierno argentino para exigir que se apunte a “un modelo de agricultura que, en el marco de la diversidad y la producción en armonía con la naturaleza, busque hacer realidad el imperioso derecho humano a la alimentación adecuada y la Soberanía Alimentaria”.

Los modelos en juego, desde dentro

Consultada por Bocado, Magdalena Ackermann Aredes, co-facilitadora del Grupo de Trabajo sobre Agroecología del Mecanismo de la Sociedad Civil y Pueblos Indígenas (MSC) para las relaciones con el Comité de Seguridad Alimentaria de Naciones Unidas (CSA), explicó los puntos fundamentales a tener en cuenta en la actual discusión internacional.

En este momento se está dando un debate para pensar las políticas relacionadas a la agroecología en Naciones Unidas y en septiembre habrá una cumbre para pensar sistemas alimentarios más sostenibles, ¿qué podría decirnos sobre ambos eventos?

El Comité de Seguridad Alimentaria de Naciones Unidas (CSA) es la plataforma intergubernamental más inclusiva en materia de seguridad alimentaria y nutrición. En el marco del CSA, se llevan a cabo procesos de convergencia política para acordar sobre documentos que puedan contribuir a la realización progresiva del derecho a una alimentación adecuada para todas, condición necesaria para alcanzar el Objetivo de desarrollo sostenible 2 de erradicar el hambre en el mundo.

Dentro del mismo marco del CSA es que se están negociando las recomendaciones políticas sobre “enfoques agroecológicos y otros enfoques innovadores” desde finales de marzo de este año.

El Mecanismo de la Sociedad Civil y Pueblos Indígenas (MSC) es un participante activo del CSA, por lo cual viene siguiendo muy de cerca y contribuyendo a este proceso.

Desde el MSC, se abogó por mucho tiempo la necesidad de que el CSA lleve adelante un proceso sobre agroecología, dado que es la realidad y el medio de vida de la mayoría de las personas representadas en los 11 sectores que conforman el MSC.

El MSC viene compartiendo sus prioridades para este proceso a través de varios medios, incluyendo una sesión informativa pública celebrada el 25 de marzo de este año. El CSA debería reconocer el poder transformador de la agroecología como ciencia, práctica y movimiento e identificar las políticas públicas que pueden promoverla. Este es nuestro mantra. El CSA también debería reconocer el papel central de la agroecología como revulsivo económico para las comunidades locales, y su potencial para mitigar y adaptarse al cambio climático.

Es importante que la agroecología no se reduzca a una coexistencia forzada con otros enfoques insostenibles. Para el MSC, las recomendaciones deberían seguir diferenciando a la agroecología como la vía preferible para la transición hacia sistemas alimentarios sostenibles que ponen fin al hambre y la malnutrición en el mundo. Las sólidas evidencias desde los territorios lo han demostrado y esto también está respaldado por el análisis del informe del Grupo de alto nivel de expertos en seguridad alimentaria y nutrición (GANESAN).

Finalmente, pero fundamentalmente, queremos reiterar que, si no se respetan los derechos de los más afectados, no se logrará la transformación de los sistemas alimentarios tan urgentemente necesitada. Es clave que se refleje el reconocimiento de la centralidad de los derechos humanos en cualquier marco que sustente un sistema alimentario sostenible.

Sin embargo, en el marco de estas discusiones y en el marco de las negociaciones para las Directrices Voluntarias sobre Sistemas Alimentarios y Nutrición, hemos presenciado una tendencia para ofrecer soluciones que siguen en el status quo para “cambiarlo todo sin cambiar nada” en el modelo agroindustrial dominante, que tantos impactos tiene sobre las vidas y la salud de las personas, así como sobre el medioambiente.

Constatamos cómo esta misma captura corporativa de los sistemas alimentarios se viene reflejando en un marco más amplio de la ONU, en particular con la organización de la Cumbre sobre Sistemas Alimentarios de la ONU (que tendrá lugar en julio y septiembre de este año). El MSC también viene alzando la voz sobre sus fuertes preocupaciones sobre cómo se está organizando la Cumbre (con una proposición de gobernanza no centrada en el marco de los derechos humanos) y su contenido sesgado hacia medidas que benefician la industria alimentaria y la comercialización a nivel global y que presentan como “soluciones transformadoras”.

– ¿Hay un lobby que se opone a la agroecología en el marco de estos debates? Si es así, ¿cómo está organizado?

No hablaría de lobby sino de resistencia por parte de un bloque de países, incluida la Argentina, que basan sus economías en el modelo agroexportador. En un marco donde la prioridad tendría que ser dada a las necesidades de las personas más afectadas por el hambre y la malnutrición, hubo un claro juego de poder por parte de ciertos actores que participaron en las negociaciones con el objetivo principal de defender sus intereses económicos y una inclinación a evitar llamar la atención sobre las responsabilidades de los actores que hoy son parte de los problemas de desigualdad y que son los mayores contribuidores a la emergencia climática.

Esta resistencia se tradujo concretamente en un rechazo a incorporar conceptos como “la necesidad de transformar los sistemas alimentarios”, “modelos insostenibles” y los impactos que éstos tienen sobre la salud humana y planetaria. Las pocas veces en que se incorporaron estos conceptos, también fueron añadidas reservas y matices que debilitaron su fuerza política. Por ejemplo, se aceptó incluir una alusión a la transformación de los sistemas alimentarios, solo si también se mencionaba que actualmente ya existen sistemas alimentarios sostenibles y que no todos deberían de ser transformados.

Para el MSC, es fundamental incluir la referencia a la transformación del sistema alimentario. Porque el sistema alimentario dominante nos está llevando a una crisis social y ambiental, mientras el hambre y la desnutrición continúan en aumento.  Como dijo recientemente el exdirector general de la FAO, Graziano da Silva, “lo que hace del hambre un problema político muy complejo es que los hambrientos no están representados.”

Cabe destacar que en los últimos años, los informes de la FAO sobre el Estado de la Seguridad Alimentaria y Nutrición en el mundo han alarmado sobre el aumento del hambre y la malnutrición en el mundo. Desde 2014, el hambre no ha dejado de aumentar. Al comenzar la pandemia, la FAO estimaba que unos 690 millones de personas sufrían el hambre. Con la COVID-19, a esta cifra se le han añadido aproximadamente 270 millones de personas, es decir seis veces la población de la Argentina.

– En América Latina hay una fuerte organización social de grupos de producción familiar y agricultura campesina, ¿cómo podría hacer ese movimiento para hacer oír su voz?

Muchas de las organizaciones campesinas y de pueblos indígenas de América Latina (y el resto del mundo) participan dentro del MSC y son ellas mismas que establecen colectivamente las demandas y prioridades a llevar adelante dentro de los procesos de convergencia política dentro del CSA.

El MSC es un espacio abierto y por tanto no tiene miembros formales, sino organizaciones participantes. Toda organización que pertenezca a la sociedad civil y trabaje a favor de la seguridad alimentaria y nutrición puede unirse y hacer oír su voz. De esta manera, puede contribuir a formular políticas al más alto nivel de la gobernanza mundial sobre temas de agricultura, alimentación y nutrición, pero también sobre temas conexos como la igualdad de género, el empoderamiento de los jóvenes, el respeto de las comunidades indígenas, la lucha contra la crisis climática y el deterioro de la biodiversidad, etc.

En cuanto a la Cumbre de Sistemas Alimentarios de la ONU, el MSC ha impulsado un proceso independiente para responder a su organización y para alzar nuestra voz en contra de la captura corporativa de los sistemas alimentarios. Este proceso está abierto y sigue en curso, por lo que cualquier organización social de agricultura campesina, de producción familiar o que se vea afectada por la captura corporativa en otro ámbito de la vida (por ejemplo de la salud, medio ambiente, género,…) puede unirse a nuestro proceso firmando nuestro llamamiento abierto.

– Argentina desarrolló la Dirección Nacional de Agroecología, ¿qué otros ejemplos de reconocimiento institucional están habiendo de la agroecología en el mundo?

El reconocimiento institucional de la agroecología es fundamental. En el marco de las negociaciones que se están llevando a cabo ahora, los ejemplos institucionales ayudan, en particular para poder compartir con otros actores interesados experiencias ya vividas por ciertos países.

México hemos visto que tiene varios ejemplos que favorecen la transición hacia la vía agroecológica, en particular con el compromiso del Gobierno de la Cuarta Transformación en defensa de la vida y del fortalecimiento de nuestro sistema agroalimentario para que sea más justo, más seguro, más sano y respetuoso con el medio ambiente.

Otros países en el continente africano como Cabo Verde, Senegal y Mali también son gran promovedores de la vía agroecológica.

En un marco institucional a nivel internacional, una herramienta clave que existe son los 10 elementos de agroecología de la FAO. Este documento fue aprobado por el Consejo de la FAO en 2019 y reconoce una gran parte de los principios de agroecología expresados y puestos en práctica por las organizaciones campesinas y los pueblos indígenas.

– ¿Por qué no es viable la postura del agronegocio que sostiene que lo que falta es corregir el sistema vigente a fin de volverlo más sustentable, aplicar buenas prácticas, etc.?

Hoy en día estamos plenamente inmersos en un modelo de hiperglobalización que ha llevado hacia un mundo más desigual y más hambriento que nunca.

Las empresas agroalimentarias, basadas en el modelo de producción agroindustrial que responde ciegamente a la lógica del mercado y a la optimización de recursos, han crecido en tamaño y poder en las últimas décadas y de manera demasiado frecuente son invitadas “a la mesa” para desarrollar soluciones a los problemas de los que, en realidad, son responsables en gran medida.

El modelo de producción agroindustrial afecta desigualmente a la salud de las personas. Aquellas más marginalizadas son las más afectadas. En el caso de las personas campesinas y trabajadoras agrícolas, por ejemplo, son ellas y sus familias que están directamente expuestas a los agroquímicos. Todo esto crea una paradoja cruel en la que son justamente quienes alimentan al mundo quienes también sufren más del hambre, de la malnutrición y cuya salud está más en peligro. Está demostrado que la agricultura campesina alimenta al menos al 70 % de la población mundial.

Sin embargo, se le ha concedido cada vez más influencia a las grandes corporaciones y multinacionales alimentarias sobre las políticas y prácticas gubernamentales, careciendo a menudo de políticas efectivas de protección contra los conflictos de intereses. Estas grandes corporaciones alimentarias proclaman promover “soluciones” para el hambre y la malnutrición, pero son propuestas que protegen únicamente sus intereses.

Una de las narrativas que impulsan, por ejemplo, es la responsabilidad de los consumidores. Según esta narrativa, el comportamiento individual de cada consumidor es culpable de los desastres medio ambientales y el hambre en el mundo. Lo mismo ocurre con las multinacionales de los carburantes fósiles: el calentamiento global es culpa del consumidor y de los carros que conduce. Esto desvía la atención de la responsabilidad de las empresas y la necesidad de poner en pie instrumentos vinculantes de rendición de cuentas. La transformación necesaria, en cambio, tendría que incluir marcos de regulación para los productos ultra-procesados en cuanto a su promoción, pero también su venta. Esos marcos regulatorios tendrían que incluir leyes de etiquetado interpretativo frontal, regulación de la comercialización o “marketing” de productos comestibles no saludables (como los ultraprocesados), en particular para los niños y adolescentes, y regulación de zonas de venta para esos mismos productos (prohibir la venta dentro y alrededor de las escuelas por ejemplo), entre otros…

En cuanto a las “soluciones verdes” ofrecidas por el modelo agroindustrial, como la intensificación sostenible o la agricultura climato-inteligente, son propuestas que no ponen en cuestión su control y concentración de riqueza, tierra y recursos naturales, ni tampoco el uso de agroquímicos, que tanto impactan sobre la salud humana, pero igualmente sobre el medio ambiente y su biodiversidad.

En última instancia, las falsas soluciones que proponen benefician aún más a aquellos que ya tienen el poder económico (y político), y no permiten una transformación sistémica y estructural hacia sistemas alimentarios sostenibles y justos, basados en la biodiversidad y controlados comunitariamente.

¿Ante el colapso sistémico cree que por fin ha llegado el momento para hacer una transición global hacia la agroecología, o aún sigue siendo naive creer que es posible?

La crisis sanitaria, alimentaria y ambiental por la que estamos transitando pone aún más en evidencia la necesidad urgente de transformar los sistemas alimentarios. La crisis multidimensional ha expuesto y aumentado aún más las desigualdades dentro y entre los países.

La COVID-19 mostró cómo los que alimentan al mundo son los menos capaces de alimentarse a sí mismos porque, para los gobiernos e instituciones, el derecho humano a la alimentación está en segundo lugar frente al libre comercio y los beneficios empresariales. La forma en que gobernamos nuestros sistemas alimentarios puede a la vez empeorar las injusticias existentes y a la vez determinar si y cómo podemos resolverlas. Ante esto, la pregunta más importante que deberíamos hacernos es: ¿quién toma las decisiones y en interés de quién? Esto marca la diferencia entre quién puede y quién no puede satisfacer sus necesidades básicas y, en última instancia, quién vive y quién muere.

A pesar de que de que hay un avance fuerte de las falsas soluciones mencionadas antes sin una restructuración profunda de los sistemas alimentarios, aún creemos que la crisis que estamos viviendo tiene que servir como última alerta para fomentar y apoyar la vía agroecológica.

En particular, porque las evidencias que han compartido las personas desde los territorios han demostrado que la agroecología es resiliente frente a crisis de este porte. Estas evidencias demuestran que la agroecología, al seguir protegiendo los ecosistemas, ha podido seguir alimentando a aquellas personas que dependían de ella, garantizando así también sus propios estados de salud.

Nuestra participación a nivel global se interconecta profundamente con la esperanza de que otra vía sí es posible si seguimos luchando por ella.

– ¿Podría ir el mundo hacia un acuerdo similar al que se hizo con el cambio climático, pero sobre sistemas alimentarios?

Es fundamental que se avance con acuerdos internacionales en materia de sistemas alimentarios y que estos reconozcan la importancia y urgencia de transformarlos para superar las desigualdades dentro y a través de los países. Actualmente, vemos que los esfuerzos tienen que multiplicarse para que posibles acuerdos se basen en el marco de los derechos humanos, el multilateralismo inclusivo y las instituciones públicas democráticas, elementos fundamentales para que la transformación necesaria. Un ejemplo de esto es el trabajo intergubernamental de composición abierta sobre las empresas transnacionales y otras empresas con respecto a los derechos humanos, que se viene llevando a cabo dentro del marco de las Naciones Unidas. Su mandato es elaborar un instrumento jurídicamente vinculante sobre “las empresas transnacionales y otras empresas comerciales en lo que respecta a los derechos humanos”. En particular dentro de los sistemas alimentarios, las violaciones de los derechos humanos y de los derechos de los pueblos y de la naturaleza son inherentes a las actividades de las transnacionales. De esta manera, este instrumento sería de extrema importancia ya que hoy en día no existe a nivel internacional un instrumento vinculante que obligue a las transnacionales a respetar los derechos humanos. La Campaña Global para un Tratado Vinculante de las Naciones Unidas para Empresas Transnacionales en materia de Derechos Humanos, viene movilizándose y siguiendo activamente las discusiones de esta línea de trabajo.

La escuela en Burger King

Por: Redacción Bocado

La pandemia por COVID-19 cambió la cotidianeidad en diversos aspectos. Antes, por ejemplo, todo chico se despertaba temprano para ir a la escuela, tenía sus asignaturas diarias y volvía a casa para descansar, hacer sus tareas domésticas, participar en actividades de su familia. Luego de que el virus se expandiera mundialmente, las clases se suspendieron. En muchos países lograron dictar clases virtuales, aunque no en todos por falta de infraestructura y condiciones. De una o de otra manera, la mayoría de los niños del mundo se quedó sin escuelas.

Pero algo inusual está pasando en República Dominicana.  A pocos meses de terminar el ciclo escolar, la cadena multinacional de comida rápida Burger King sorprendió con una propuesta inédita: ofrecer sus establecimientos para que ahí se realicen clases presenciales. La empresa propuso que en sus mesas y bancas siempre idénticas, entre sus hamburguesas, papas fritas y gaseosas, las escuelas dicten clases de lunes a viernes entre las 08:00 y las 12:00.

El Ministerio de Educación dominicano ha prohibido las clases presenciales en el Distrito Nacional y en todas las otras jurisdicciones donde el porcentaje de casos de COVID-19 sea mayor a 5%. Debido a esto, la cursada semipresencial está habilitada en 61 de los 150 municipios.

La Asociación de Instituciones Educativas Privadas (AINEP) compartió hace pocas horas que el jueves 6 de mayo a las 10:00 se realizará una reunión conjunta con la Presidencia de la República y el Ministerio de Educación para seguir tratando el tema de la presencialidad.

Es decir, las autoridades aún no resuelven si niñas y niños dominicanos podrán regresar a la escuela pero Burger King -que cuenta con más de 12.000 locaciones en el mundo- ya anunció en Twitter que se proponen habilitar sus restaurantes para clases presenciales a grupos de hasta 10 alumnos, bajo el lema de “encendamos la educación”.

Un experimento vinculado ya se llevó a cabo en Santo Domingo, capital de la República Dominicana. El Ágora Mall, un enorme centro comercial que se describe a sí mismo como poseedor de “la más completa mezcla de tiendas, las mejores marcas locales y reconocidas marcas internacionales”, destinó la zona del patio de comidas a las clases presenciales del colegio American School of Santo Domingo.

¿Puede ser lo mismo un aula que una hamburguesería? Imaginemos que ya no habrá afiches con las tablas de multiplicar, ortografía o dibujos del cuerpo humano, ¿qué verán ahora los chicos? ¿Ofertas de combos de comida rápida con bebidas azucaradas?

Si prospera la “propuesta” de Burger King, niños y niñas de República Dominicana aprenderían literatura, matemáticas y ciencias naturales entre imágenes de comida chatarra.¿Hambre de saber, o hambre de hamburguesas? ¿Responsabilidad social o publicidad? ¿Qué fin persigue Burger King?

La trampa de los impuestos

Esta columna hace parte de una serie de video-podcast publicados en sumerce.news, un medio digital colombiano sobre temas ambientales y campesinos nacido desde una comunidad digital que se auto-identifica como “agro-descendientes”. La comunidad se formó en alrededor de la película Sumercé -de la cual el medio toma su nombre-, un documental acerca de la resistencia campesina en defensa de los páramos.

Hoy sumerce.news y Bocado mostramos las contradicciones de una reforma tributaria que pretende cobrarle a los campesinos colombianos las consecuencias de sus políticas alimenticias.

Por: Victoria Solano/Bocado

Nos han dicho que en Colombia habrá nuevos impuestos en medio de la pandemia, y eso de por sí ya suena mal. Pero también nos han dicho que hay unos nuevos impuestos “verdes” o “ambientales”, y eso suena bien. Incluso nos han dicho que habrá un nuevo impuesto por contaminar el suelo: un cobro del  8% a los plaguicidas no orgánicos. Sin embargo, ese impuesto esconde una jugada mortal a la siempre frágil economía campesina de Colombia.

En el año 1998, un grupo de investigadores encontró que en la Cuenca del río Magdalena Medio había 16 kilos de ingredientes activos de plaguicidas por cada hectárea. Un número escandaloso cuando, en ese mismo momento, en zonas consideradas de alta demanda de plaguicidas en Estados Unidos el índice era de seis kilogramos por hectárea. Casi tres veces menor al de Colombia.

El estudio realizado hace 23 años hizo evidente que Colombia ha llegado a tener uno de los más altos índices de uso de plaguicidas en el mundo. Pero los campesinos no llegaron por sí solos a este triste récord: los químicos fueron promocionados e importados directamente por el gobierno colombiano y distribuidos de cultivo en cultivo por sus propios funcionarios. 

¿Cuándo comenzó todo esto? ¿Cuándo pasamos de ser un país productor de alimentos sin químicos a ser una agricultura dependiente de los agrotóxicos? 

Todo empezó en los años setenta, cuando el mundo sucumbía ante la promesa estadounidense de revolucionar el agro, hacer fortuna y acabar con el hambre mundial en una sola jugada. Funcionarios estatales y empresarios gringos iban de país en país ofreciendo un paquete de maquinaria pesada, semillas modificadas y un arsenal de agrotóxicos que comercializaban bajo el concepto de “Revolución verde”. Prometían duplicar la producción, lo que no decían tan claramente es que eso implicaba genera cultivos dependientes de insumos químicos cotizados en dólares, esos que el mismo Estados Unidos producía. 

El Estado colombiano aceptó con docilidad la receta estadounidense y construyó un sistema de créditos, subsidios, asesoría técnica y certificación amarrado a esos paquetes tecnológicos. Tal fue la simbiosis y el matrimonio entre las políticas agroindustriales de Estados Unidos y Colombia que la Fundación Rockefeller (sí, el millonario magnate petrolero dueño de la Standard Oil) fue responsable de la creación del Instituto Agropecuario ICA. Es decir, la entidad encargada de la producción e investigación agropecuaria colombiana hasta el día de hoy nació bajo las órdenes y la filosofía empresarial de la familia Rockefeller. 

Ahora el impuesto por contaminar el suelo que anuncia el gobierno del presidente Iván Duque suena prometedor, pero en el fondo solo persigue un objetivo concreto: recibir dinero del bolsillo de los campesinos. Algo que implica volver aún más imposible la producción agraria. 

El impuesto aterriza en un país donde no existe una política agraria alternativa, agroecológica. Un país en el que no existe un programa serio de resguardo y producción de semillas limpias. Un país donde si un campesino quiere cultivar de forma agroecológica, no encontrará ningún banco que le otorgue un crédito ni funcionario que le de asistencia técnica. Por eso apenas el 1% del territorio nacional está destinado a la agricultura orgánica a pesar de la creciente tendencia de los países europeos de importar únicamente productos libres de agrotóxicos. Por eso aquí la mayoría de los cultivos orgánicos existentes son proyectos autogestivos e independientes con dificultades de financiación.

El porcentaje de pago de plaguicidas en el costo de producción del cultivo es del 31% para la papa, entre el 25% y el 35% para el arroz y un 24% en algodón, cítricos, plátano y maíz. Es decir, casi una tercera parte del costo de un producto corresponde a pagar plaguicidas. De aprobarse el nuevo impuesto, se cargará directamente a los bolsillos de los productores campesinos, quienes desde hace años realizan malabares para encontrar el equilibrio entre lo que invierten y lo que ganan en cada cosecha. Aumentarán los costos de producción, será aún más difícil competir con lo importado, que también es producido con plaguicidas pero llega libre de aranceles e impuestos porque así lo permite el gobierno colombiano.

Pero en el nuevo posible impuesto no hay sólo afán de recaudar, también contradicciones. Es paradójico que el mismo gobierno que ahora dice estar preocupado por el veneno en nuestros suelos haya expresado desde hace años la necesidad de retomar las aspersiones aéreas de glifosato para eliminar los cultivos ilícitos. 

Sí glifosato, el peligroso herbicida promocionado en la Revolución verde pero concebido como arma de guerra. El derivado del Agente Naranja que Estados Unidos lanzaba en Vietnam y 50 años después sigue pudriendo el suelo de ese país. Glifosato, la sustancia que también se ha demostrado afecta de manera grave la salud humana. Ese producto al que solo sobreviven semillas transgénicas diseñadas para hacerlo. Eso, glifosato, es lo que el gobierno colombiano lanza desde avionetas de manera indiscriminada sobre cultivos ilícitos pero también sobre cultivos de comida, animales, personas, escuelas, casas. 

¿Será verdad que el gobierno de Iván Duque está interesado en el Medio Ambiente? ¿Será verdad que al mismo gobierno del fracking le preocupa la salud de nuestros suelos? ¿Podemos confiar en que este impuesto no afectará sobre todo a la economía campesina que compite de manera desigual con las importaciones? ¿Por qué el presidente Duque busca recursos en el bolsillo de los campesinos en lugar de perseguir la fuga de capitales a paraísos fiscales? ¿Por qué los grandes acaparadores de tierras no pagan impuestos al patrimonio y a diario se expropian las tierras de los pequeños productores? ¿Por qué las grandes multinacionales mineras tienen exenciones millonarias de impuestos mientras el 89% de la población rural está en condición de pobreza?

El gobierno colombiano y el Congreso debatirán la Reforma Tributaria. Algunas de estas preguntas quizás tengan respuesta.

Amanecerá y veremos. 

No hay Amazonas B

Por: Redacción Bocado

El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, es acusado de ecocidio por sus devastadoras acciones en el Amazonas, y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) emitió las claves para proteger el suelo que aún queda sin deforestar en un reporte.

Sí, es mucho para digerir pero podemos ir por partes.

Bolsonaro, presidente de Brasil desde 2019, ha tenido un mandato marcado por la deforestación del Amazonas. Solo entre enero y agosto de ese año se arrasó con el equivalente a 60 campos de fútbol por hora. Ello porque el mercado demanda productos como soja, minerales o carne, para los cuales se utilizan estrategias como  criados en territorios no permitidos, minería ilegal, y apropiación de tierras.

Brasil cuenta con políticas que tienden a controlar y reducir la deforestación, una forma de prevenir que desaparezca lo que de bosque amazónico queda. Sin embargo, poco parecen importarle estos objetivos a Bolsonaro: según la Política Nacional por el Cambio Climático, la tasa de deforestación debería haberse reducido a 3.925km2 para 2020. Lejos de esto, entre agosto de 2019 y julio de 2020 se llegó al pico de 10.129km2 de selva deforestados.

No es solo desde el gobierno de Bolsonaro que se descuida al Amazonas. Si bien el actual presidente brasileño ha hecho de la explotación del territorio un patrón estratégico recurrente, su predecesor Michel Temer tuvo una política similar. Tanto que resultó envuelto en causas de corrupción ligadas a la deforestación.

La toma de tierras deforestando y luego introduciendo ganado es una práctica común en la Amazonía brasileña por las empresas privadas y un decreto lleno de lagunas es lo que ha permitido que tenga amparo legal. Conocido como “el decreto para los acaparadores de la tierra”, la ley MP759 extendió la cantidad de hectáreas que se pueden reclamar como propias al Estado desde 1.500 a 2.500, y ofreció lo que en la práctica es amnistía para quienes cometieron este delito en tierras públicas entre 2004 y 2011.

Especialistas del mundo de la protección al medio ambiente han elevado su voz contra estos actos y en particular han denunciado la responsabilidad de Jair Bolsonaro en la deforestación. William Bourdon, abogado especializado en crímenes de lesa humanidad, y los caciques Raoni Metuktire y Almir Suruí, solicitaron que se investigara al presidente brasileño en la Corte Internacional de Justicia de La Haya. “Considerando la devastación del Amazonas, estamos corriendo contra el reloj” explicó Bourdon. Acuden a instancias internacionales de justicia porque en Brasil es altamente dificultoso enjuiciar a Bolsonaro, junto con el riesgo que implica.

Otra voz crítica del gobierno brasileño ha sido el ambientalista Carlos Rittl: “El gran logro de Bolsonaro en términos de medioambiente ha sido la trágica destrucción de bosques que convirtió a Brasil en quizás uno de los mayores enemigos del medio ambiente global y en un paria internacional también”, dijo.

El peor enemigo del Amazonas (como lo describe Rittl) debe, de todos modos, mostrar una imagen de la selva que engañe al mundo, que conserve su flora y fauna. Como ejemplo, el recorrido turístico de tres días por el Amazonas que el vicepresidente Hamilton Mourão hizo con embajadores mostrándoles sólo las zonas más protegidas como la ciudad de Manaos y la región selvática del norte. Un evento criticado  por ambientalistas.

Marcio Astrini, director ejecutivo de la coalición civil brasileña Observatorio del Clima, explicó: “El gobierno preparó un itinerario que no muestra la realidad de la Amazonía: el abandono de los pueblos indígenas, la apropiación de tierras, la minería ilegal y la deforestación incontrolada. Es una farsa.”

Greenpeace Brasil, también preocupado por la estrategia del presidente, publicó una carta en la cual ofrece un recorrido paralelo que mostraría efectivamente la desgarradora realidad amazónica. “Esto no es más que propaganda mediática que no representa la realidad” dijo Cristiane Mazzetti, activista por el Amazonas en Greenpeace.

Mientras el gobierno permite deforestación, el Amazonas está en riesgo. Se quema. Arde tanto que se está comenzando a considerar uno de los escenarios más penosos: el cambio de una selva cerrada a una sabana abierta con muchos menos árboles. Basados en experiencias anteriores, especialistas han concentrado esta teoría en un documento científico

Brasil no muestra preocupación. Por el contrario, el gobierno federal redujo el presupuesto para la aplicación de la ley en un 27,4% este año.

Pero hay esperanzas, dice la Organización de Naciones Unidas (ONU). Y marca que “la clave para mitigar el cambio climático y conservar la biodiversidad” está en los pueblos originarios.

Con tradiciones milenarias, ellos han demostrado a lo largo del tiempo un concepto de la Tierra muy distinto  al modelo capitalista. “Los bosques no son vistos como un lugar donde sacas recursos para aumentar tu dinero, son vistos como un espacio donde vivimos y eso se nos da para proteger a las próximas generaciones”, dijo Myrna Cunningham, la presidenta del Fondo para el Desarrollo de Pueblos Indígenas en América Latina y el Caribe (Filac), uno de los organismos que cooperó con la FAO en el documento.

Las grandes empresas ven al suelo como un capital capaz de generar ganancia a toda costa mientras que los pueblos originarios lo ven como una entidad que los sostuvo desde el comienzo de sus días, alguien a quien deben respeto y rinden culto.

Más del 80% de la superficie que los indígenas ocupan en la Cuenca Amazónica está cubierta de bosques y esos territorios tienen más especies de mamíferos, aves, reptiles y anfibios que todas las áreas protegidas del país fuera de ellos, indica el reporte de la FAO titulado “Los pueblos indígenas y tribales y la gobernanza de los bosques – Una oportunidad para la acción climática en Latinoamérica y el Caribe”, basado en la revisión y análisis de cerca de 300 estudios. Hablamos de un territorio comparable al tamaño de Francia, Gran Bretaña, Italia, Alemania, Noruega y España juntas, porque el 60% de los 404 millones de hectáreas que los indígenas ocupan en América Latina está en la Cuenca Amazónica.

Otro dato sorprendente de la conservación que los pueblos originarios hacen del territorio son las emisiones de carbono. Entre 2003 y 2016, la vegetación amazónica capturó alrededor del 90% de las emisiones de carbono debido a la deforestación en zonas próximas haciendo que, en otras palabras, no se produzca casi ninguna emisión neta de carbono en sus territorios.

A pesar de esta información, existe en algunos casos una limitación de esfuerzos de los gobiernos en apoyo de los derechos colectivos a la tierra, o una reducción de la financiación de servicios ambientales para apoyar la generación y protección de bosques.

Entre el 2000 y el 2012, en las tierras indígenas a las que se les otorgaron títulos legales, las tasas de deforestación fueron de entre un medio y un tercio de lo que fueron en otros bosques con características ecológicas similares.

Los pueblos originarios cumplen un rol muy valioso al proteger a la tierra como lo hacen y costaría menos de 45 dólares por hectárea el trazado de un mapa y las gestiones que restan para otorgarles los títulos de propiedad que les corresponderían. En los lugares donde se les reconocieron sus derechos se obtuvieron resultados favorables a la biodiversidad y la conservación,

El reporte de la FAO plantea la necesidad de avanzar en cinco categorías determinadas para poder preservar la biodiversidad:
1. Fortalecer los derechos territoriales colectivos.
2. Compensar a las comunidades indígenas por sus servicios ambientales.
3. Facilitar la gestión comunitaria.
4. Revitalizar culturas y conocimientos tradicionales.
5. Fortalecer la gobernanza territorial y las organizaciones indígenas.

Los pueblos originarios poseen un conocimiento ancestral invaluable, el de vivir en armonía con la naturaleza. Sin embargo, durante los últimos años Brasil ha demostrad vivir en fuego contra la naturaleza.

El combo de tu celebridad preferida

Por: Redacción Bocado

Si un chico no sabe qué comer, ¿quiénes mejores que sus ídolos para darle recomendaciones? No se trata de nutricionistas ni de expertos en el ámbito alimenticio: ahora sus cantantes preferidos les dicen qué comer.

Pocos días atrás McDonald’s anunció una nueva colaboración con las superestrellas del pop surcoreano BTS. Una banda que cuenta con más de 25 millones de oyentes mensuales y con sencillos reproducidos más de 800 millones de veces. BTS es sin duda una referencia para los adolescentes de hoy, por lo que se esperan grandes resultados (económicos) de esta alianza. El paquete McDonald’s-BTS incluye 10 Nuggets que se podrán acompañar con dos salsas nuevas, chile dulce y cajún.

McDonald’s es tal vez la cadena de comida rápida más grande del mundo. En sus más de 38.000 establecimientos – repartidos en más de 100 países– ofrece una variada cantidad de hamburguesas acompañadas con papas fritas y gaseosas. Sin las campañas de marketing que fomentan el consumo de sus productos, McDonald’s no recibiría diariamente a más de 68 millones de clientes. 

Desde la inclusión de zonas de juego para niños en sus locales hasta la alianza que tienen con la Federación Internacional de Futbol Asociación (FIFA) para cada Copa del Mundo, los directores de las campañas publicitarias han sabido establecer los targets a los que apuntar e idear los planes para alcanzarlos. Si bien no hay sector al que McDonald’s no quiera venderle una hamburguesa, su mira está frecuentemente apuntada hacia la juventud y la infancia.

Por eso, en las últimas décadas proliferaron las campañas de alianza entre artistas y grandes marcas. En el ámbito de la vestimenta, por ejemplo, el rapero Kanye West arrasó el mercado con sus sneakers Yeezy, una colección de zapatillas que ideó junto con la famosa marca Adidas.

McDonald’s ya había creado en los comienzos de los 90’ la línea de hamburguesas McJordan Special. En ese momento el basquetbolista Michael Jordan era un emblema no solo por su exitosa carrera como jugador, también por su marca de zapatillas AirJordan (producidas por Nike).

En septiembre de 2020, en plena pandemia por COVID-19, McDonald’s lanzó el Travis Scott’s Meal, el plato preferido de la infancia del cantante con el mismo nombre. La hamburguesa no tiene nada que la haga diferente de las otras; la única particularidad es que era la orden favorita de Travis cuando era niño.

Si bien no suena del todo atractivo (¿acaso sería más rica una hamburguesa sólo porque a Travis Scott le gusta?) la campaña obtuvo resultados sorprendentes y varias sucursales quedaron sin stock. Funcionaron las estrategias en redes sociales, porque las usaron para difundir maneras precisas de pedir el combo: los clientes iban al restaurante y decían “tú sabes por qué estoy aquí”, haciendo sonar una canción de Scott, indicando así que querían un Travis Scott’s Meal. También otras frases como “Cactus Jack me trajo aquí”.

Dado el éxito que el combo de Travis Scott tuvo, McDonald’s repitió la estrategia con un cantante de habla hispana: Jay Balvin. Entonces ofreció un menú de Big Mac, McFLurry Oreo y papas medianas con ketchup.

Algo a destacar de los combos de Travis Scott y Jay Balvin es que ninguno de los dos incluyó nuevos productos. No crearon una hamburguesa, no idearon una combinación impensada, simplemente revendieron algo ya existente con su nombre encima. Y parece que dio buenos resultados.

Impuestos a las bebidas azucaradas: las tres victorias

Por: Redacción Bocado

El 4 de marzo de cada año se celebra el Día Mundial de la Obesidad. Sin embargo, lejos está de ser una celebración despreocupada como Pascuas o Navidad. En el año 2016 se estimó que el 62,5% de los adultos en las Américas sufrían de sobrepeso u obesidad. En la escena del crimen tenemos un culpable – las grandes empresas- y un arma -sus productos ultraprocesados-. 

La Organización Panamericana de la Salud (OPS), presentó pocos días atrás la publicación de una nueva investigación acerca de los llamados impuestos saludables, una nueva medida para desincentivar el consumo de productos que no siempre pueden ser calificados como alimentos.

Uno de los impuestos actualmente en discusión apunta a las bebidas azucaradas, por reconocerlas un gran enemigo de la salud pública. Ello porque sus cantidades de azúcares agregadas son altamente riesgosas, aunque eso no ha generado que su consumo disminuya. Solo aumenta. Se registró un crecimiento del 48% entre el año 2000 y el año 2013 en América Latina.

Según el Instituto de Efectividad Clínica y Sanitaria (IECS) casi el 19% de todas las muertes en el continente se deben a una alimentación inadecuada. Estos datos son alarmantes, pero no sorprendentes, sobre todo si se considera que, de acuerdo con lo compartido por la OPS, la región de las Américas ostenta el consumo diario de bebidas azucaradas más alto del mundo. En zonas como el Caribe, lo consumido llega incluso a ser de hasta 1,9 porciones de 8 onzas por adulto cuando el nivel mundial recomendable está establecido en 0,5 onzas.

Lo que nos llega como supuesta comida es aberrante, explican expertos en alimentación. Enrique Jacoby, asesor sobre Nutrición y Actividad Física de la OMS, afirman que “Estos productos no están diseñados para satisfacer las necesidades nutricionales de las personas. Están diseñados para que se conserven por mucho tiempo en los estantes y generan deseos incontrolados de consumo que llegan a dominar los mecanismos innatos de control del apetito y hasta el deseo racional de dejar de comer. Por eso resultan doblemente perjudiciales: son casi adictivos y eso lleva aumentar el sobrepeso y la obesidad al tiempo que sustituyen los alimentos frescos, que son la base de una dieta natural rica en nutrientes”

La obesidad adulta e infantil es grave hasta puntos que jamás imaginamos. Durante el lanzamiento de los resultados de la investigación, la Doctora Lisa Powell expuso en una de las diapositivas una información sumamente importante. Si bien siempre hablamos de que la obesidad deviene en menor utilidad, provocando una desigualdad en sectores como la salud y el bienestar, es sorprendente que hasta en lugares recónditos la diferencia aparece. Los adultos obesos, por ejemplo, tienen la tendencia a gozar de menores salarios, mientras que los niños con obesidad usualmente obtienen resultados bajos en sus exámenes, padeciendo de adquirir sus habilidades de manera más lenta.

Ante este presente de obesidad, ultraprocesados y daños a la salud, sigue la búsqueda de soluciones. Y en ese sentido, la OPS propone impuestos sobre las bebidas azucaradas porque, al incrementar significativamente el precio del producto,  el consumidor podría elegir comprar botellas de agua, más saludables y económicas.
Considera la OPS que no es solo el consumidor promedio se beneficiaría. Con ese valor agregado se generaría un ingreso extra que podría utilizarse, por ejemplo, como subsidio de la infraestructura de agua potable; subsidio de frutas y hortalizas para los grupos de ingresos bajos; subsidio de comidas saludables en las escuelas y otras medidas con objetivos similares.
Se obtendría una triple victoria (win-win-win, como lo llaman en inglés). Reducir el consumo de productos no saludables, beneficiando así a la salud; generar ingresos al Estado; y a largo plazo reducir costos de atención médica.

¿Por qué tanto interés en las bebidas azucaradas? Porque son también una de las causas de las ENT (enfermedades no transmisibles), tales como las enfermedades cardiovasculares, el cáncer o la diabetes. Enfermedades que cada año causan la muerte de  41 millones de personas, lo cual representa un 71% de la mortalidad mundial. Evidencia científica publicada recientemente afirma incluso que las personas con enfermedades no transmisibles tienen un mayor riesgo de sufrimiento de complicaciones graves si se contagian de COVID-19. Y en casos de otros productos dañinos para la salud como el tabaco o el alcohol, los impuestos han demostrado ser de las intervenciones más rentables y factibles para la prevención de las ENT, por lo que podríamos pensar que aplicarlo a las bebidas azucaradas nos llevaría a resultados similares.

Un punto polémico es qué tipo de impuesto aplicar según el contexto. La OPS realizó un extenso análisis de los tipos de impuesto existentes que podrían servir y como conclusión recomienda un impuesto del 20% a las bebidas azucaradas para así generar un impacto significativo en el precio. Un impuesto del 24% podría generar una reducción en ventas del 34%, apuntó la doctora Powell.

Sin embargo, la Doctora Arantxa Colchero añadió que el impuesto no es suficiente. Se necesita complementar con otras medidas como el rotulado frontal de alimentos o la restricción de alimentos ultraprocesados en escuelas, todo un paquete de “des-incentivos” de productos chatarra (además de incentivar el consumo de alimentos saludables). 

Pero hay un gran escollo: la industria. Durante años ha priorizado sus rendimientos económicos y ha utilizado excusas como que los impuestos harían perder fuentes de trabajo. Consciente de esa estrategia, la OPS -autoridad internacional en materia de salud- incluye en su propuesta soluciones como impuestos calculados por países y el ejemplo de México, donde el modelo ya fue probado sin que se tradujera en pérdidas reales de trabajos.

Ya se ha probado que las bebidas azucaradas causan enfermedades no transmisibles, de obesidad y de sobrepeso, ¿les llegará un límite?