Gordofobia y el uso de los cuerpos

Según las estrictas (y para muchos arbitrarias) medidas de peso que dictan los estándares actuales regidos por la Organización Mundial de Salud, la mitad de Brasil tiene sobrepeso, y casi un cuarto de ese segmento tiene obesidad, una adaptación fisiológica a este sistema alimentario que hace unos años fue ungida enfermedad y empezó a ser combatida y tratada como tal, sin dejar por ello de ocupar un lugar privilegiado en el epicentro del bullying, que se practica sobre todo desde los centros de poder. 

Unos meses atrás, en medio de una pelea política el ministro de Medio Ambiente, Ricardo Salles atacó al ministro de la Secretaría de Gobierno de la Presidencia, general Luiz Eduardo Ramos llamándolo “banana en pijamas” y “María Chismosa”. El presidente de la Cámara de Representantes de Brasil, Rodrigo Maia, usó twitter para denunciar el hecho, en un posteo en el que Salles a su vez lo llamó “Ñoño”, haciendo uso peyorativo del nombre del personaje de la teleserie mexicana “El Chavo”’.

En la ficción, Ñoño es un chico de ocho años, interpretado por el actor, comediante y doblador mexicano Édgar Vivar — que desempeña también el papel del papá de Ñoño, el Sr. Barriga, propietario de la villa en que se desarrolla la serie. Padre e hijo son personajes con sobrepeso. A lo largo de los episodios, no es raro ver a Ñoño comiendo, pensando en comida o exhibiendo sus golosinas a los amigos. Porque — no hace falta decirlo — la gordofobia, no nació en esta época: las corporalidades no hegemónicas son sometidas a las miradas censoras desde siempre.

América Latina y Caribe

Ataques políticos relacionados a la discriminación a causa del peso no son exclusivos de Brasil. En México el Senado condenó los improperios de la actriz Laura Zapata contra la senadora Citlalli Hernández. Zapata se refirió a la senadora como “gorda traidora”, por declarar apoyo al asilo político del gobierno mexicano al ex presidente de Bolivia, Evo Morales, en noviembre de 2019.

La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y Agricultura (FAO) y la Organización Panamericana de la Salud (Opas) apuntan que el aumento de la obesidad y del sobrepeso es una tendencia latinoamericana y caribeña, con un impacto mayor en las mujeres y niños, como recoge el informe “Panorama de la Seguridad Alimentaria y Nutricional”.

De acuerdo con el documento, 105 millones de adultos en América Latina y el Caribe son obesos, siendo 62 millones de ellos mujeres y 43 millones, hombres. Al mismo tiempo, se observa que, para cada persona que pasa hambre en América Latina y el Caribe, más de seis tienen sobrepeso u obesidad.

Solamente en Brasil, en 2018, los costes totales de la hipertensión, diabetes y obesidad en el Sistema Único de Salud (SUS) alcanzaban R$ 3,45 miles de millones (alrededor de US$ 655,2 millones). De acuerdo con el Instituto Global de McKinsey — uno de los responsables por estudiar la evolución de la economía global y analizar datos para auxiliar el proceso de decisión acerca de gestión crítica y cuestiones políticas —, el mundo gasta hoy alrededor de US$ 2 billones cada año con obesidad, valor que representa aproximadamente 3% del PIB global.

Dieta Contra el Bullying

Los estereotipos físicos sirven tanto para desacreditar como para valorizar la imagen pública. Hace poco, la diputada federal Joice Hasselmann (PSL-SP) — que se lanzó, sin éxito, a la disputa por la alcaldía de São Paulo en las elecciones del 15 de noviembre último — se apropió de esa estrategia contra ella: luego de ser llamada de “Peppa Pig” por detractores en las redes sociales, asumió el apodo durante su campaña, mientras se ocupaba en adelgazar ante las cámaras.

Al mismo tiempo, pasó a tener en su alimentación otra herramienta de alcance ante el público. Los efectos de lo que llamó “dieta” y “reeducación alimentaria” fueron acompañados por los seguidores de la diputada, que perdió 20 kilos en poco más de cinco meses comiendo caldos y gelatina light.

Con ese plan alimentario no solo se posicionó políticamente, además comenzó a “ayudar a otras personas” a enfrentar la misma situación: “Si ustedes lo desean, puedo empezar a dividir con ustedes mis comidas: el desayuno, almuerzo, cena. Les tomo fotos y las comparto al fin del día”, explica en un video en Facebook.

“¿La actitud de Joice no refuerza el machismo y la gordofobia? Dietas restrictivas combaten el odio o solamente pone a la propia persona en situación de sumisión a los estándares estéticos?”, pregunta Cassia Bonar, nutricionista especialista en educación y salud.

Para la profesional, “usar de la imagen pública motivada por una venganza a ‘todo el mal que te hicieron’ es una actitud peligrosa y totalmente desaconsejada, considerando dietas desbalanceadas que pueden traer daños incalculables a la salud, en un momento en que estamos evitando factores de riesgo para el Covid-19”.

La iniciativa de la diputada, agrega Bonar, también acaba por “contribuir a estereotipos sobre el cuerpo gordo y los sacrificios que deben realizarse para atender al deseo de los estándares corporales”.

Semanas antes de la elección, Hasselmann creó en Instagram el “Bien estar con Joice”, donde comparte recetas y consejos. El canal es algo como una extensión de la cuenta oficial en la plataforma, con poco más de 920 mil seguidores: “Iré compartiendo con ustedes y, si les gusta, entren conmigo aquí, para que acabemos el año más fitness.” La diputada no contestó a los intentos de contacto de Bocado y O Joio e O Trigo.

¿Vale lo que pesa?

La invitación de Hasselmann refleja una percepción común y naturalizada: la de que la obesidad y el sobrepeso son responsabilidades individuales, por más que sean problemas multifactoriales y complejos. En otras palabras, quien es gordo es culpabilizado por no cambiar, ya que para adelgazar bastaría fuerza de voluntad.

Durante el 28º webinar acerca de “Obesidad y estigma”, impulsado por la Facultad de Salud Pública de la Universidad de São Paulo (que ocurrió el día 8 de septiembre y está disponible en YouTube), la directora de Ciencia y Educación de la Federación Mundial de la Obesidad, Olivia Barata Cavalcanti, dijo que la discriminación ocurre de manera directa e indirecta.

“Muchos centros de salud no son debidamente equipados para tratar a pacientes con obesidad.” Según ella, hay casos en que hasta “80% de las instalaciones carecen de delantales de tamaños adecuados, manguitos para medir presión arterial, mesas de examen, mesa de rayos-X para acomodar pacientes con obesidad grave”. Con la pandemia del nuevo coronavirus, cuenta Cavalcanti, “ese problema se hizo aún más gritante”: “En algunos países se armaron hospitales de emergencia, pero que no podían aceptar pacientes con índice de masa corporal (IMC) por encima de 30 o 35, y sabemos que pacientes con obesidad tienden a tener complicaciones mayores de Covid. Fue un problema doble”.

Así, antes que el sistema político, el sistema de salud es “gordofóbico”, afirma Camilla Estima, nutricionista especializada en trastornos alimentarios e integrante del Consejo Regional de Nutricionistas de la 4ª Región. “El paciente no logra realizar exámenes porque no hay camilla para resonancia magnética, aparato de presión que quepa en la circunferencia de su brazo. Además de todos los comentarios y chistes que oyen de las personas que deberían ayudarlos.”

La nutricionista considera, también, que la discriminación es reforzada por los medios de comunicación. “Cuando una persona de influencia aparece más delgada o más gorda, todo el mundo se interesa por saber qué ocurrió. ‘¡Qué horror, fulana engordó!’. ‘Mira, ¡cómo adelgazó! Qué linda!’”, ejemplifica. “Esas frases son extremadamente gordo fóbicas porque asocian la delgadez a la belleza, y la gordura al fracaso. El valor de las personas no se mide por su cuerpo”.

El prejuicio contra la obesidad compromete la salud, dificulta el acceso de las personas con sobrepeso al mercado de trabajo y a tratamientos adecuados, afecta sus relaciones sociales y su salud mental. Entretanto, la legislación brasileña no prevé sanción específica para quien practica la gordofobia.

El papel de los ultraprocesados

Una persona se considera obesa cuando su IMC es superior a 30 kg/m² (para calcular el IMC basta dividir el peso, en kilogramos, por la altura, en metros, al cuadrado). Pero el Índice de Masa Corporal, por sí solo, no dice todo: un fisicoculturista, por ejemplo, puede ser considerado obeso, por tener gran cantidad de músculos, lo que es una interpretación equivocada.

Por eso, es importante que el IMC sea comprendido como una medida aproximativa, y no definitiva, de análisis. Se trata de un instrumento general, un comparativo que, cuando empleado por todos los países, puede incluso determinar el éxito de mejoras en las políticas globales.

Compleja y multifactorial, la obesidad, puede tener causas psicológicas, genéticas y epigenéticas, ambientales y culturales. El aumento del índice de obesos depende incluso de políticas públicas que faciliten y obstaculicen el acceso a los alimentos ultraprocesados.

En abril de este año, O Joio e O Trigo explicó la relación entre los índices de sobrepeso y obesidad, el aumento en el consumo de ultraprocesados y el crecimiento de las transnacionales — fenómenos profundos que se dieron en paralelo.

Los hábitos de consumo alimentarios de las familias en América Latina están cambiando. La población está comprando menos arroz, frijoles y frutas (comida de verdad) y pasa a comer más productos ultraprocesados. 

“Hoy sabemos que las causas del aumento de la obesidad están principalmente relacionadas a cambios en el sistema alimentario. Hay un debilitamiento del consumo de las comidas tradicionales, basadas en alimentos in natura y mínimamente procesadas”, relata Fernanda Rauber, investigadora de posdoctorado en el Núcleo de Investigaciones Epidemiológicas en Nutrición y Salud de la Universidad de São Paulo.

“Además de tener aditivos que vician el paladar, los ultraprocesados son antinutricionales. No son alimentos, son productos químicos. Para que el organismo pueda metabolizarlos, tiene que consumir nutrientes de sus reservas, lo que acaba por desnutrir a la persona cada vez más. O sea, una persona puede ser obesa y desnutrida”, explica Carolina Klein, nutricionista posgraduada en nutrición oncológica, con formación en modulación intestinal.

Varias características de los alimentos ultraprocesados pueden explicar su papel en la obesidad: la elevada cantidad de azúcar, sal y grasas, y la presencia de aditivos — como los colorantes y aromatizantes —, que vuelven a esos productos hiper palatables y adictivos.

El panorama es preocupante. Un estudio publicado en la revista científica “Preventing Chronic Desease”, del Centro de Control y Prevención de Enfermedades de Atlanta (CDC), de Estados Unidos, muestra que aproximadamente 168 mil muertes por año en Brasil pueden atribuirse al exceso de peso y a la obesidad, cantidad cercana al número de muertes por Covid-19 (173 mil) en el país hasta la fecha de la publicación de este artículo.

La comedia y el retrato de los “inferiores”

La relación comparativa entre el presidente de la Cámara de Diputados y el personaje Ñoño — publicada de manera despreciativa por la cuenta de Twitter del ministro Ricardo Salles — revela aspectos que integran el meollo de la comedia. Aristóteles (284 a.C. a 322 a.C.) ya apuntaba que, desde Aristófanes (447 a.C. a 385 a.C.), la comedia antigua se basaba en burlarse de las imperfecciones atribuidas a un hombre ideal. Se reía de los defectos físicos, de la fealdad, de la ausencia o falla de carácter.

Al contrario de lo que se veía en las tragedias, las personas representadas en la comedia no realizaban hechos heroicos. Desde su origen, la comedia retrata situaciones cotidianas, comunes, la realidad del ciudadano común, de los esclavos. La comedia, sátira y parodia, se origina de la imitación de aquellos a los que la sociedad consideraba inferiores, ridículos.

Esa percepción se muestra tan enraizada como actual: en una sociedad en que los estándares estéticos valoran la delgadez como ideal a alcanzar — y mantener — sin reparar en que una persona delgada no es ni por asomo sinónimo de saludable o bien alimentada, ser gordo significa ser enfermo, débil y pasible de burla. Algo naturalizado por los medios y ahora también por representantes políticos.

“El humor es uno de los principales propagadores del estereotipo del cuerpo gordo, de la marginación del cuerpo gordo. Ninguna persona tiene derecho de reírse del cuerpo de otra. No podemos seguir normalizando, no podemos aceptar esa clase de cosas, porque eso perjudica a las personas gordas, perjudica a la salud mental de las personas gordas. Sobre todo mujeres”, apunta Luana Carvalho, en el vídeo “¿El humor necesita ser gordofóbico?”, del canal Alexandrismos.

Todo cuerpo es político. Toda mirada también lo es. 

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