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No es brasileño el pez que domina las aguas brasileñas

por Juliana Geitens
Publicado el 24 julio 2020

Los engordan con hormonas y alteraciones sexuales. Son creados en jaulas, generalmente en agua contaminada. Su carne es barata y popular y además avanzan a la conquista de las aguas brasileñas. ¿Llegará el día que sólo exista la Tilápia?

La tilapia es motivo de controversias en Brasil: el pescado exótico, con orígenes en África y Oriente Medio, conquista las aguas, el mercado y el plato de los brasileños. Por otra parte, es objeto de repulsión de ambientalistas y atrae la atención de investigadores. Traída a Brasil durante los años 70, la especie es apodada ‘gallina acuática’ porque se adapta muy bien a varios tipos de ambientes como ríos, lagos, viveros artificiales e incluso vertederos, además de tener ‘buen rendimiento económico’. No es necesaria una gran inversión para la cría. La especie es rentable tanto para grandes empresas, como para pequeños piscicultores. Digamos que es un pez ‘democrático’.

Brasil ya es el cuarto mayor productor mundial, detrás de China, Egipto e Indonesia. Gran parte de la producción abastece el mercado interno y una parte menor es exportada a países como Estados Unidos. Según Embrapa (Empresa Brasileña de Investigación Agrícola), la producción local de ese pez ha tenido un crecimiento del 223% entre los años de 2005 y 2015. Y más: el Anuario Brasileño de Piscicultura de 2019, elaborado por la Asociación Brasileña de Piscicultura (Pexe BR), muestra que en 2018 solamente, el pescado generó una facturación equivalente a mil millones de dólares.

Toda esa actividad económica ha llamado la atención de investigadores y ambientalistas. Hoy, cuando se trata de tilapia, la mayoría de ellos prefiere adoptar el principio de la precaución, porque ese pez fue introducido hace poco tiempo a los ambientes acuáticos de Brasil, un país con una riquísima biodiversidad, por lo tanto, se sabe muy poco sobre cuáles serán los efectos de la introducción masiva de un pez exótico.

La mayor y más conocida controversia refiere al mejoramiento genético de la especie. Para que la tilapia alcance el tamaño comercial — el peso de un pez adulto es de alrededor de 800 gramos —, los piscicultores manipulan el sexo de los alevinos durante los primeros veinte días de vida. Para ello, basta introducir en la dieta de los peces un alimento con hormona “17 alfa-metiltestosterona” a base de cereales — como maíz y soja — que, además de garantizar el aumento de peso, transforma a la mayor parte de la población de peces en machos. En otras palabras, buscando un estándar comercial, los piscicultores cambian el sexo a las hembras ya que estas crecen un 30% menos que los machos.

Existen divergencias sobre los posibles efectos de esa hormona en el cuerpo humano y en el ambiente acuático. Según Luiz Ayaroza, director del Instituto de Zootecnia de São Paulo, la hormona de inversión sexual no es perjudicial a la salud.

“Se ofrece esa alimentación durante un periodo de 30 días, pero para alcanzar el peso de sacrificio, que es de alrededor de un quilo, le lleva a la tilapia más o menos cuatro meses. En la fase adulta, no existe ya ningún rastro de la hormona en la carne… Entonces, la inversión sexual no causa ningún problema al consumo”, afirma Ayrosa.

No todos los investigadores comparten esa opinión. Carlos Freitas Edwar, profesor de la disciplina Dinámica de Poblaciones Pesqueras, en la Universidad Federal del Amazonas, alerta no sólo acerca de posibles rastros de hormonas en el pescado, también acerca de las consecuencias metabólicas de esa hormona a lo largo de la cadena trófica, en la naturaleza. En otras palabras, el investigador cree que esa hormona puede contaminar especies que estarán en el mismo ambiente que la tilapia.

“La piscicultura no abarca sistemas completamente aislados, como si fuesen laboratorios de los cuales no existe escape. Puede haber individuos modificados genéticamente que se lanzarán en la naturaleza y entrarán al sistema alimentar del ambiente natural. ¿Y cómo se da el proceso de metabolización de esas hormonas a lo largo de la cadena alimentaria? Existe mucha incertidumbre acerca del conjunto del proceso, entonces, por precaución, esas incertidumbres tienen que aclararse antes de que se permita determinados procesos”, destaca.

“La tilapia es un animal agresivo, es la cúspide de la cadena: allí adonde llega, quiere instalarse" (Foto: Governo do Paraná.BR)

El modelo de cultivo en Brasil es el segundo punto que causa debates sobre producción de tilapia a gran escala. La principal forma de cría es en ‘jaulas’ que no garantizan el control sobre los peces, que frecuentemente escapan y migran a otros sitios.

“La tilapia es un animal agresivo, es la cúspide de la cadena: allí adonde llega, quiere instalarse. Causa desequilibrio en los ecosistemas”, dice Guillermo Estupinan, biólogo investigador de Wildlife Conservation Society (WCS), ONG que desarrolla proyectos de conservación en Brasil.

No se trata de que la tilapia sea una especie carnívora y mate a los demás peces para sobrevivir. En realidad, es una especie omnívora, que acaba por predominar en algunos ambientes por ser muy adaptable, con rápida reproducción y resistente. Un estudio realizado por Mario Orsi, biólogo que investiga invasiones biológicas desde hace 26 años en la Universidad Estatal de Londrina, constató que, luego de la instalación de estanques de tilapia en un río represado, 11 de las 14 especies nativas fueron extinguidas.

“No somos contrarios a la tilapicultura, pero sí a la manera como se realiza: de forma totalmente empírica y amateur, sin respetar leyes ambientales y criterios de sustentabilidad ambiental. [La tilapia] es una de las diez especies más invasoras del mundo y con graves consecuencias cuando invade otros ambientes. En cuanto a los sistemas de jaulas, por ejemplo, somos totalmente contrarios, ya que hay fugas en 100% de las granjas”, afirma Orsi.

Lenguas distintas

Para Armando Casimiro, que estudia conservación de agua dulce e invasión biológica en la Universidad Estatal de Londrina, los métodos de cultivo son malos. “Ellos provocan muchos escapes al ambiente natural. Los estanques cavados, por ejemplo, en su mayoría, son instalados cercanos a ríos, ya que necesitan constantemente realizar intercambio de agua desde el estanque. Si eso se hace con una bomba de agua, por medio de equipos artificiales, se vuelve más caro — y los productores buscan la solución más barata. Entonces, la mayoría de las veces, recogen agua de los ríos, de pequeños arroyos cercanos para circular el agua en sus estanques”, dice.

El investigador ve que cumplir con estándares de seguridad biológica choca con los intereses de los empresarios.

“Haría falta una gran inversión para evitar las fugas y accidentes ambientales. Cuanto más altos los estándares biológicos que tenga que obedecer el empresario, más cara se vuelve su producción. Y existe un límite económico. Ese es el conflicto. El empresario entiende dinero, nosotros entendemos conservación. Son lenguas muy distintas”, enfatiza.

De acuerdo con otra fuente que prefiere no identificarse, los productores buscan sitios cercanos a ríos y lagos para limpiar los criaderos de tilapia, y muchos de esos peces se crían en aguas muy contaminadas.

“Las especies son producidas en ríos que reciben vertido, residuo industrial, una serie de efluentes demasiado peligrosos como para mantener la producción en esos ambientes. Otro elemento es el ‘verde malaquita’, un producto altamente cancerígeno, con uso prohibido en estanques, pero que se utiliza para controlar hongos y bacterias en estanques de tilapia”, destaca.

“Haría falta una gran inversión para evitar las fugas y accidentes ambientales. Cuanto más altos los estándares biológicos que tenga que obedecer el empresario, más cara se vuelve su producción. Y existe un límite económico. Ese es el conflicto. El empresario entiende dinero, nosotros entendemos conservación. Son lenguas muy distintas.”

Solo en 2018, la tilapia generó ingresos de poco más de R$ 5 mil millones (Foto: Richmond Davids)

La Ley de la Tilapia en Amazonas

La tilapia es cultivada en 24 de los 27 estados brasileños. El crecimiento se debe a diversos factores. El primero es la aceptación del público: la tilapia es un pez de carne blanca, suave y firme con precio asequible y que ofrece filetes sin espinas. El promedio del precio del pescado entero se sitúa en 14 reales por kilo  (menos de US$ 3), mientras que el filete cuesta 35 reales por kilo (US$ 7). Además, la tecnificación de los piscicultores y la regulación del uso de aguas públicas para el cultivo de peces en Brasil impulsaron el aumento de la productividad.

Si el resultado en el segmento es festejado por los piscicultores, la situación es distinta cuando analizamos los “peces nativos”. El Anuario Brasileño de Piscicultura 2019 muestra que la producción de peces brasileños cayó 4,7% en los estados federativos. Fueron 302,2 mil toneladas en el 2017, contra 287,9 mil en el 2018.

Amazonas, Rondonia y Roraima, todos en Amazonia, son los tres estados que aún se resisten al cultivo de peces no nativos. Carlos Edwar y Guillermo Estupinan, mencionados en la primera parte de este artículo, son parte de un grupo de investigadores y técnicos que fueron contrarios a la “Ley de la Tilapia” del 2016, propuesta por el diputado Orlando Cidade (PTN-AM), que preveía la apertura de los ríos del estado del Amazonas para la cría de peces no nativos.

Orlando Cidade, relator del proyecto de ley 79/2016, cultiva peces en el estado de Amazonas  y es el fundador de la Cooperativa de los Piscicultores, Agricultores, Productores Rurales y Extractivistas (Cooperpeixe), blanco de procesos que corren en el Ministerio Público Federal.

“Los impactos a lo largo de la cadena trófica son imprevisibles, muy difíciles de modelar, principalmente en un ambiente como Amazonia, que tiene un gran número de especies con un gran número de interacciones bióticas”, afirma Carlos Edwar, de la Universidad Federal del Amazonas.

Investigadores apuntan que los riesgos asociados a la introducción de especies exóticas en ambientes sensibles, como el bioma amazónico, son altos e incluyen reducción de las especies nativas, extinciones locales y globales (no solamente de peces sino también de anfibios, invertebrados y plantas acuáticas), diseminación de patógenos y parásitos, alteraciones ecosistémicas (incluyendo eutrofización y pérdida de calidad del agua), efectos indirectos en la estructura de las comunidades y consecuencias socioeconómicas.

Armando Casimiro, de la Universidad Estatal de Londrina, piensa que “si seguimos en ese ritmo y manera de pensar”, caminaremos hacia lo que llama “homogeneización biótica”: “A medida que se van introduciendo especies exóticas y ellas se establecen, el ambiente natural comienza a colapsar. Se interrumpe el suministro del producto autóctono hasta que se alcanza un punto en el que solamente quedará el animal introducido en el medio ambiente.”