Cómo se puede distorsionar la agenda científica

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Uno de los “peros” de la ciencia financiada por corporaciones es que pueden ocurrir distorsiones en la agenda de investigación. Los problemas más apremiantes pueden terminar desatendidos si no hay recursos para investigarlos, mientras que el trabajo que puede resultar en nuevas fuentes de ganancias puede tener más fondos de los necesarios.

¿Qué es más relevante: tener un gran volumen de evidencia científica sobre umami o acerca de la parte frontal de las etiquetas de los productos alimenticios? A juzgar por el número de artículos científicos, el umami es mucho más relevante. El umami es, según la publicidad oficial, el quinto sabor básico, junto con el dulce, el amargo, el ácido y el salado, pero también está fuertemente asociado con el glutamato monosódico y el ajinomoto, como veremos a continuación.

Los siguientes son dos casos que le ayudan a comprender cómo y cuándo la financiación privada puede crear distorsiones.

1.
¿Pasión o desinformación

Octubre 2017. Hotel Sheraton, centro de Buenos Aires. Congreso Internacional de Nutrición. La conferencia “Esencia del washoku. ¿Es Umami el sabor básico para una mejor nutrición?” parecía muy emocionante después de unos días de debates somnolientos. Los investigadores, procedentes de Japón y Europa especialmente para el Congreso Internacional de Nutrición, podrían ofrecer una buena perspectiva. Y el título de la ponencia, en forma de pregunta, también daba el entendimiento de que se enumerarían los contrapuntos.

El evento, impulsado oficialmente por Jumonji University, repitió un mantra muy común en las conferencias en Brasil. Y, sin embargo, fue más allá al extrapolar el razonamiento. Washoku es un hermoso brazo de la cocina japonesa: ingredientes frescos y variados, mucho énfasis en verduras y pescados, colores vibrantes, platos para degustar tranquilamente y en compañía.

Bocado [Foto de banco de imagem sobre washoku]

La obesidad en Japón es solo del 3,4%, según los investigadores, una de las más bajas en un mundo cada vez más asustado por los problemas asociados con la alimentación. La esperanza de vida es alta. La hipertensión es baja. ¿Por qué sucede esto? ¿Por qué los japoneses no se rindieron a productos con altos niveles de sal, grasa y azúcar? La hipótesis de los investigadores reunidos allí, sin desacuerdos, es que umami los llevó al éxito.

¿Por qué se ha hablado tanto de umami en los últimos años? Este sabor básico parece haber ganado vida propia, dado la vuelta al mundo y aparecido en programas culinarios espontáneamente.

O no tanto. En la reunión en Buenos Aires, uno de los oradores agradeció a Ajinomoto por invitarlo a la conferencia. ¿Ajinomoto? Pero la corporación no estaba en el calendario oficial. En otras palabras, el umami no caminó solo por el mundo: fue la corporación japonesa la que lo llevó en su equipaje.

El glutamato monosódico que comercializa Ajinomoto es un producto muy soso. Pero, bueno, no hay historias aburridas en nuestro admirable siglo. Una marca no es solo un producto. Es un estilo de vida, una narrativa, una inspiración, una invitación al amor entre los seres humanos.

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Y así es como Ajinomoto decidió hacer de umami no un elemento más de esta historia, sino el elemento central. El umami no nació con Ajinomoto, sino que fue siendo resignificado con ella. Hoy, las dos cosas se mezclan, y la compañía anuncia que ha comenzado a vender umami a principios del siglo pasado.

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En el país sede, Ajinomoto mantiene un centro de investigación destinado a demostrar los beneficios del uso de glutamato monosódico. Además, financia estudios en todo el mundo para tratar de encontrar nuevas aplicaciones y neutralizar parte de la ciencia contraria al producto, que es acusado de causar una serie de problemas. Es así como los investigadores que nunca estarían interesados en el umami terminan movilizando tiempo y recursos humanos para estudiarlo.

2.
Pequeñas bacterias, grandes negocios

El profesor de la Universidad de Sao Paulo Dan Waitzberg demostró impaciencia. Para él, la Agencia Nacional de Vigilancia Sanitaria (Anvisa) debería eliminar las restricciones y crear una especie de atajo para la aprobación de nuevos probióticos. Por definición, los probióticos son microorganismos vivos que, cuando se administran en cantidades adecuadas, contribuyen con algún beneficio para la salud. El caso notorio es el de Yakult, con su igualmente famoso producto Casei Shirota.

Waitzberg no estaba solo en su insatisfacción. Ya habíamos visto demostraciones similares de impaciencia pública por parte de los directores de Nestlé y también de un colega del investigador, el profesor Franco Lajolo.

Durante el Congreso de la Sociedad Brasileña de Alimentación y Nutrición (Sban), en 2017, Lajolo advirtió a los jóvenes profesionales: será necesario producir muchos estudios en esta área. En otras palabras, no faltará financiación para aquellos interesados en analizar la microbiota intestinal, que es, traducida de forma imprecisa, la vida microbiana que habita en nuestro intestino.

Las recientes tecnologías de secuenciación genética han hecho posible descubrir maravillas sobre la microbiota. En parte, estas maravillas han reforzado un punto clave del conocimiento acumulado desde que surgió la humanidad: una dieta alimentaria in natura es lo mejor para nuestro cuerpo. Pero ese mensaje no produce beneficios monetarios, ¿verdad?

Así que los fabricantes farmacéuticos y de alimentos se han lanzado a una carrera para fabricar productos mágicos que prometen rehacer nuestra microbiota, tan maltratada por el estilo de vida del siglo 21.

En los últimos años, el cielo se volvió el límite, y Yakult se ha vuelto cringe. Ambev, por ejemplo, lanzó en 2021 for.me, una línea de bebidas funcionales, o más bien, inyecciones funcionales que aseguran mejorar la inmunidad, aumentar el estado de ánimo y promover la relajación. Para entonces, Anvisa ya había publicado una actualización de su guía para la aprobación de probióticos, en una indicación de que la impaciencia de los fabricantes e investigadores puede haber dado sus frutos.

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Dan Waitzberg, profesor de la USP, es un referente en esta área de estudios. Y también un hombre de negocios. Ha mantenido durante décadas el evento en sí, el “Ganepão”, con una fuerte presencia de marcas farmacéuticas y alimentarias. “Para celebrarlo, al final de esta apertura, todos confraternizaremos con un sabroso cóctel ofrecido por Farmoquímica”, dijo en la ceremonia inaugural de la edición 2017.

“Se servirán sabrosas lunch boxes a todos los participantes cortesía de Sodexo. También se servirán lunch boxes durante los simposios con grandes temas y expertos a la hora del almuerzo”, agregó. “Visitaremos la maravillosa exposición científica de la industria, que tiene muchas noticias, lanzamientos y sorpresas”.

En los días siguientes, participó en una serie de simposios financiados por corporaciones. El programa de entrevistas “¡Lactobacilos, amigos para siempre!” fue financiado por la farmacéutica Aché. “Rhamnosus pronto será una estrella”, dijo, refiriéndose al lactobacilo que sirve como base para uno de los productos de la compañía. Y dio su propio testimonio de que había estado usando probióticos como prevención para la llamada “diarrea del viajero”, común entre las personas que viajan a nuevos lugares.

En 2011, Waitzberg fue el representante directo de la Asociación Brasileña de Industrias Alimentarias (Abia) en un grupo de trabajo de Anvisa que discutió la alimentación de pacientes con limitación de la ingesta oral. Años más tarde, comenzó su propia empresa, una startup llamada Bioma4Me. Fue el primero en Brasil en ofrecer el servicio de secuenciación de microbiomas. La prueba más barata cuesta aproximadamente US$ 250.

Por su parte, el colega Franco Lajolo, ahora presidente del Consejo Científico de ILSI, tiene dos patentes de alimentos funcionales, una de las cuales está en asociación con la gigante Sadía. En 2016, entre las actividades del grupo de trabajo coordinado por el profesor se encontraba la formación de un grupo con Danone, Nestlé, DuPont y Yakult, para reunir evidencia científica sobre probióticos y enviarlos a Anvisa. El co-coordinador de este comité fue Marcos Pupin de Nestlé.

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