Sube el dólar, arde Brasil

El Estado ultraliberal de Jair Bolsonaro devalúa el real y, en consecuencia, la soja y las commodities brasileñas baten récords de precios en el exterior. Las cosechas están ya vendidas hasta el 2022, una situación inédita que, al revés de lo que pareciera, empeora ese panorama


Por João Peres

El dólar bate récord ante el real.

El precio internacional de la soja bate récord.

La cosecha brasileña de granos batirá récord.

La deforestación de Amazonia, los incendios provocados, quemas, en el Cerrado y en el Pantanal: todo bate récords o vuelve a niveles del inicio del siglo. Sobre una pila de 130 mil muertes por Covid-19, Brasil se transformó en una gran hoguera por segundo año seguido. Esta vez, sin embargo, es mucho peor. Tres de los principales ecosistemas arden en llamas; parques y reservas son devastados en semanas.

Conectar los puntos es tan sencillo como simplista. No, el dólar alto no es el único factor que eleva los precios internacionales de la soja, ni la soja es la única culpable por la tala de Amazonia. La ganadería y el extractivismo, el incentivo del gobierno de Jair Bolsonaro a la devastación, la desarticulación de los órganos de control ambiental y el peso del pensamiento retrógrado en el comando de Brasilia tienen una gran parte de responsabilidad.

El Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA) no duda en colocar al dólar valorizado en lo alto de la lista de motivos que llevan a un valor sin precedentes para la soja brasileña. Igual que para la Compañía Nacional de Abastecimiento (Conab), vinculada al Ministerio de la Agricultura.

¿Pero qué tiene eso que ver con la devastación ambiental? El discurso oficial del gobierno de que el agronegocio no tiene ninguna relación con las quemas  y las talas puede ser útil para alimentar a las redes sociales afines al bolsonarismo, pero choca con la inteligencia (como casi todo lo demás en ese gobierno).

Hablaremos sobre la soja por su relevancia (que aumenta cada día), pero la reflexión y los reflejos negativos se extienden al modelo de agronegocio en su conjunto. Y se refieren a toda América Latina, que comparte los mismo problemas.

Es una cuestión de lógica: si no fuera para plantar o criar ganado, ¿por qué gastarían tanto dinero para talar la selva? Aunque Brasil sea gigante, el apetito por el aumento de territorio es tanto que avanza sobre el Cerrado, un ecosistema prácticamente exterminado en las últimas cinco décadas, y sobre Amazonia, el bosque tropical más grande y diverso del mundo. El área cultivada con soja se triplicó desde la década de los años 90 y hoy equivale a la mitad de las áreas utilizadas en plantaciones de Brasil.

En la otra punta, el real es una de las monedas que más sufren devaluación en el mundo, en particular desde el inicios de la gestión de Bolsonaro. En enero de 2019, un dólar valía R$ 3,70. El ministro de Economía, Paulo Guedes, aseguró en el inicio de 2020 que no pasaría los R$ 4 y, como en todo lo demás, erró groseramente: llegamos a casi R$ 6 en algunos momentos.

¿Por qué la soja?

Ese panorama es traducido al mundo agrícola por un informe publicado en junio por USDA: “el real perdió 32% de valor ante el dólar entre el inicio del año y la mitad de mayo, antes de retroceder ligeramente en las últimas tres semanas. Como resultado, las commodities (materias primas) y los productos agrícolas brasileños tuvieron una alta demanda de compradores de todo el mundo”.

Otro informe de USDA, publicado en abril, muestra que una tonelada de soja brasileña costaba US$ 313, contra US$ 337 y US$ 345 del producto en Estados Unidos.

Según el Censo Agropecuario de 2017 en valores, la soja supera los siguientes ocho ítemes de la lista.

Dados: Censo Agro 2017 / IBGE

De acuerdo con el gobierno, la cosecha de este año suma 120,9 millones de toneladas en 37,8 millones de hectáreas. Juntas, soja y maíz representan un  90% de la cosecha de total granos de Brasil. Sola, una cosecha de soja equivale a 40 cosechas de frijoles.

Esa es la lista de productos exportados por Brasil en 2020, según la Secretaría de Comercio Exterior. Se puede notar que la soja, sola, es responsable por casi 20% de toda la facturación mundial total de Brasil, en un crecimiento del 30% ante el año pasado. Entre los primeros ítems de la lista, solamente el azúcar, también beneficiado por el real devaluado, tuvo un desempeño semejante.

Dados: Secretaria de Comércio Exterior

La soja ya equivale a casi el doble del segundo ítem de la lista, mineral de hierro, y corresponde a cinco veces que los dos otros productos agrícolas de destaque (azúcares y carne de res). Y eso es apenas el grano in natura, sin procesamiento. Si le sumamos salvado de soja (o harina de soja) y aceites, la situación es aún peor: Brasil solo produce el 36% del total de la soja mundial.

Por un Brasil del siglo XVII

El Centro de Estudios Avanzados en Economía Aplicada (Cepea) de la Escuela Superior de Agricultura Luiz de Queiroz (Esalq-USP) es una de las principales referencias en el seguimiento de los precios del mercado agrícola. Veamos lo que dice el informe más reciente de la institución: “En la parcial de agosto (hasta el día 21), el indicador ESALQ/BM&FBovespa Paranaguá (PR) subió significativos 11,5% yendo a R$ 132,80/saco de 60 kg el viernes, 21  – nivel récord nominal de la serie histórica de Cepea, iniciada en marzo de 2006. En términos reales, los valores negociados en la última semana se acercan al nivel récord de la serie del Cepea, de R$ 139,29/saco, registrado en septiembre de 2012”.

¿Pero esa es una excelente noticia entonces? La soja está garantizando divisas fundamentales para que la gente pueda colocar frijoles en la mesa, ¿no?

Hum... En realidad, no. Comencemos por el lado positivo, que es justamente esa condición de sustento de la economía, el hecho es que Brasil se ha vuelto profundamente dependiente de productos primarios. Los primeros ítems de la balanza comercial del 2020 podrían ser los primeros ítems de la balanza comercial del 1600.

Por más tecnología que se emplee, la soja sigue siendo una cultura agrícola y, por lo tanto, pasible de sufrir con los fenómenos de la naturaleza. Una pequeña quiebra de cosecha puede tener un impacto gigantesco en la balanza comercial.

China se lleva más soja que la suma de todos los demás. Si los humores políticos chinos cambian, o si el gobierno de Pekín decidiera cambiar de proveedor podríamos tener serios problemas aunque, por ahora, nada indique esa posibilidad. En la balanza comercial general, China corresponde por un tercio de todos los productos que exportamos.

De Amazonia a la inflación

¿Y qué tiene eso que ver con tu vida, lector? Muchas cosas. Para que la soja siga avanzando, algo tiene que quitarse de su lugar. O bosques, o alimentos de verdad. Un reciente levantamiento de Forest and Finance (F&F) mostró que, en vez de disminuir, el financiamiento de commodities asociadas a la deforestación aumentó 40% desde diciembre de 2015. La organización contabilizó R$ 990 mil millones invertidos entre 2016 y 2020 en la producción de carne de res, aceite de palma, papel y celulosa, goma, soja y madera en tres regiones del mundo. Más de la mitad vino a Brasil, y una buena parte para inversiones industriales en áreas de deforestación.

Y, aquí, otra vez, podemos retomar el razonamiento básico en relación al dólar: el real desvalorizado hace que el dinero de esos fondos valga más. Por lo tanto, es posible que esos recursos acaben financiando más y más iniciativas y, por lo tanto, ejerciendo más presión sobre los bosques.

Es la hora de mirar a la inflación de alimentos básicos. Ante un escenario de retracción general de los precios, el índice específico para la alimentación se destaca. El arroz avanzó casi 20% en este año mientras que el frijol negro ya alcanza un 30%. Son dos ítems esenciales de la dieta brasileña y, no por casualidad, ese se volvió un debate tan relevante como la discusión sobre las quemas.

Sale el frijol, entra la soja

Recientemente, la Asociación Brasileña de Supermercados (Abras) renovó la queja en relación a la industria de alimentos, en un juego de acusaciones mutuas que ya se veía en el inicio de la pandemia, ante la perspectiva de inflación.

“El sector supermercadista ha sufrido fuerte presión de aumento en los precios de forma generalizada transferidos por las industrias y proveedores. Ítems como arroz, frijoles, leche, carne y aceite de soja con aumentos significativos”, afirmó, para complementar: “Por nuestros análisis, eso se debe al aumento de las exportaciones de estos productos y su materia prima y a la disminución de las importaciones de esos ítemes, motivados por la variación de la tasa de cambio que provocó valorización del dólar ante el real”.

Como sabemos, nuevamente sería simplista atribuir el alza de precios de alimentos únicamente al dólar elevado. Aunque, en esta situación, no hay duda de que es un factor central para explicar el problema. Pero no se trata apenas de importación y exportación de los alimentos en sí misma sino de una disputa territorial: los agricultores plantan aquello que tiene mayor mercado. En diez años, el área cultivada con arroz cayó un 40,9%. 

Como ya vimos, el real valorizado no sirve apenas para la soja. El arroz no contribuye casi nada a la balanza comercial, pero los R$ 270 millones exportados de arroz ya procesado este año representan un crecimiento de casi un 60% ante 2019. Ya el arroz bruto triplicó los envíos al exterior, llegando a los R$ 130 millones. Arroz que se va y hace falta en Brasil.

Es ese uno de los problemas de transformar alimentos en mercaderías que son comerciadas en el mercado financiero de la misma manera que automóviles, productos tecnológicos y minerales. Diferente de otras áreas, cuando se trata de alimentos, oscilaciones repentinas pueden condenar a millones de personas a pasar hambre. El gobierno de un país africano, de una isla en el Caribe o de una mega nación asiática tienen poca capacidad de controlar los precios cuando están enlazados a los mercados internacionales y, de esa manera, es posible que ítems esenciales de la dieta de una población se vuelvan inalcanzables de pronto. El alza en el precio del kilo de arroz en Brasil es un ejemplo muy claro.

La futura destrucción de los bosques está asegurada

Volvemos al análisis más reciente de Cepea. “Ante eso, las ventas de soja para entrega entre febrero y julio de 2022 también vienen siendo verificadas (cosecha 2021/22). Investigadores de Cepea indican que ese tipo de comercialización involucrando al producto que será cosechado dos temporadas a futuro es un hecho inédito”. ¿Qué significa eso? Pues que los agricultores buscarán expandir su área de plantío.

El gobierno proyecta un crecimiento del 2,8%, lo que significa que un millón de hectáreas más. Convirtiendo ese número en números accesibles, es exactamente todo lo que sobró para todas la primera cosecha de frijoles en 2020, o exactamente lo que fue talado en Amazonia entre agosto de 2019 y julio de 2020. Con China en primer lugar entre los compradores, Brasil venderá casi 87 millones de toneladas de soja, o cinco millones más que ahora.

Ante ese escenario, no es sorprendente que el gobierno federal no tenga ningún plan. Hay una serie de instrumentos que el poder público puede (y debe) usar para influenciar los precios, oferta y demanda en la producción y consumo de alimentos. Pero el Estado mínimo solamente logra producir exhortaciones, como pedir a los supermercados que tengan patriotismo y bajen los precios.

Como todo en la era Bolsonaro, la lógica falla. Aunque se pudiese creer que el problema puede resolverse con patriotismo, las dos principales redes de supermercados de Brasil, Casino (Extra-Pan de Azúcar) y Carrefour, son francesas.

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