Impuestos a las bebidas azucaradas: las tres victorias

Por: Redacción Bocado

El 4 de marzo de cada año se celebra el Día Mundial de la Obesidad. Sin embargo, lejos está de ser una celebración despreocupada como Pascuas o Navidad. En el año 2016 se estimó que el 62,5% de los adultos en las Américas sufrían de sobrepeso u obesidad. En la escena del crimen tenemos un culpable – las grandes empresas- y un arma -sus productos ultraprocesados-. 

La Organización Panamericana de la Salud (OPS), presentó pocos días atrás la publicación de una nueva investigación acerca de los llamados impuestos saludables, una nueva medida para desincentivar el consumo de productos que no siempre pueden ser calificados como alimentos.

Uno de los impuestos actualmente en discusión apunta a las bebidas azucaradas, por reconocerlas un gran enemigo de la salud pública. Ello porque sus cantidades de azúcares agregadas son altamente riesgosas, aunque eso no ha generado que su consumo disminuya. Solo aumenta. Se registró un crecimiento del 48% entre el año 2000 y el año 2013 en América Latina.

Según el Instituto de Efectividad Clínica y Sanitaria (IECS) casi el 19% de todas las muertes en el continente se deben a una alimentación inadecuada. Estos datos son alarmantes, pero no sorprendentes, sobre todo si se considera que, de acuerdo con lo compartido por la OPS, la región de las Américas ostenta el consumo diario de bebidas azucaradas más alto del mundo. En zonas como el Caribe, lo consumido llega incluso a ser de hasta 1,9 porciones de 8 onzas por adulto cuando el nivel mundial recomendable está establecido en 0,5 onzas.

Lo que nos llega como supuesta comida es aberrante, explican expertos en alimentación. Enrique Jacoby, asesor sobre Nutrición y Actividad Física de la OMS, afirman que “Estos productos no están diseñados para satisfacer las necesidades nutricionales de las personas. Están diseñados para que se conserven por mucho tiempo en los estantes y generan deseos incontrolados de consumo que llegan a dominar los mecanismos innatos de control del apetito y hasta el deseo racional de dejar de comer. Por eso resultan doblemente perjudiciales: son casi adictivos y eso lleva aumentar el sobrepeso y la obesidad al tiempo que sustituyen los alimentos frescos, que son la base de una dieta natural rica en nutrientes”

La obesidad adulta e infantil es grave hasta puntos que jamás imaginamos. Durante el lanzamiento de los resultados de la investigación, la Doctora Lisa Powell expuso en una de las diapositivas una información sumamente importante. Si bien siempre hablamos de que la obesidad deviene en menor utilidad, provocando una desigualdad en sectores como la salud y el bienestar, es sorprendente que hasta en lugares recónditos la diferencia aparece. Los adultos obesos, por ejemplo, tienen la tendencia a gozar de menores salarios, mientras que los niños con obesidad usualmente obtienen resultados bajos en sus exámenes, padeciendo de adquirir sus habilidades de manera más lenta.

Ante este presente de obesidad, ultraprocesados y daños a la salud, sigue la búsqueda de soluciones. Y en ese sentido, la OPS propone impuestos sobre las bebidas azucaradas porque, al incrementar significativamente el precio del producto,  el consumidor podría elegir comprar botellas de agua, más saludables y económicas.
Considera la OPS que no es solo el consumidor promedio se beneficiaría. Con ese valor agregado se generaría un ingreso extra que podría utilizarse, por ejemplo, como subsidio de la infraestructura de agua potable; subsidio de frutas y hortalizas para los grupos de ingresos bajos; subsidio de comidas saludables en las escuelas y otras medidas con objetivos similares.
Se obtendría una triple victoria (win-win-win, como lo llaman en inglés). Reducir el consumo de productos no saludables, beneficiando así a la salud; generar ingresos al Estado; y a largo plazo reducir costos de atención médica.

¿Por qué tanto interés en las bebidas azucaradas? Porque son también una de las causas de las ENT (enfermedades no transmisibles), tales como las enfermedades cardiovasculares, el cáncer o la diabetes. Enfermedades que cada año causan la muerte de  41 millones de personas, lo cual representa un 71% de la mortalidad mundial. Evidencia científica publicada recientemente afirma incluso que las personas con enfermedades no transmisibles tienen un mayor riesgo de sufrimiento de complicaciones graves si se contagian de COVID-19. Y en casos de otros productos dañinos para la salud como el tabaco o el alcohol, los impuestos han demostrado ser de las intervenciones más rentables y factibles para la prevención de las ENT, por lo que podríamos pensar que aplicarlo a las bebidas azucaradas nos llevaría a resultados similares.

Un punto polémico es qué tipo de impuesto aplicar según el contexto. La OPS realizó un extenso análisis de los tipos de impuesto existentes que podrían servir y como conclusión recomienda un impuesto del 20% a las bebidas azucaradas para así generar un impacto significativo en el precio. Un impuesto del 24% podría generar una reducción en ventas del 34%, apuntó la doctora Powell.

Sin embargo, la Doctora Arantxa Colchero añadió que el impuesto no es suficiente. Se necesita complementar con otras medidas como el rotulado frontal de alimentos o la restricción de alimentos ultraprocesados en escuelas, todo un paquete de “des-incentivos” de productos chatarra (además de incentivar el consumo de alimentos saludables). 

Pero hay un gran escollo: la industria. Durante años ha priorizado sus rendimientos económicos y ha utilizado excusas como que los impuestos harían perder fuentes de trabajo. Consciente de esa estrategia, la OPS -autoridad internacional en materia de salud- incluye en su propuesta soluciones como impuestos calculados por países y el ejemplo de México, donde el modelo ya fue probado sin que se tradujera en pérdidas reales de trabajos.

Ya se ha probado que las bebidas azucaradas causan enfermedades no transmisibles, de obesidad y de sobrepeso, ¿les llegará un límite?

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