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Las leyes sí funcionan

Publicado el 08 de agosto 2021

Impuestos a las bebidas azucaradas, etiquetado frontal, regulación de la publicidad, mejoramiento de los ambientes escolares de alimentación y promoción de la lactancia materna y la actividad física. No hay nada que inventar. Resolver este asunto tiene un camino claro y con evidencia cada vez más contundente para mostrar que funciona: mejora las elecciones en la góndola, fascilitando el acceso a la información que hoy está negada por las marcas.

Que un médico recibiera a sus pacientes fumando en el consultorio era algo frecuente décadas atrás y algunos incluso recomendaban el hábito. Las publicidades gráficas de mediados del siglo XX promocionaban los supuestos beneficios del cigarrillo para combatir el asma, los problemas de garganta e incluso para conservar la figura, además de prometer empoderamiento y estatus. Hoy el vínculo del tabaco con una serie de enfermedades está absolutamente comprobado, su publicidad regulada en una gran parte del planeta o directamente prohibida y el consumo, en franco retroceso. Esas publicidades, que en su momento fueron efectivas para introducir cigarrillos en todas las esferas sociales y momentos de la vida, generan ahora una reacción unánime de sorpresa; resultan atroces. ¿Sucederá lo mismo en algunos años al ver a niños y niñas alimentados a base de ultraprocesados y gaseosas azucaradas?

Las normas que apuntan a ponerle un límite a los productos comestibles con exceso de nutrientes críticos son todavía recientes en la región, pero comienzan a vislumbrar sus efectos en la ciudadanía. En Chile, un estudio realizado a partir de los datos de venta de los supermercados Walmart mostró que el consumo de azúcar por cada dólar gastado se redujo 9% en los tres años posteriores a la ley de etiquetado y que las calorías consumidas cayeron en torno al 7%. Los analistas lo explican por dos motivos: los consumidores cambiaron su conducta de compra y se volcaron hacia productos con menos sellos y la industria reformuló sus productos para librarse de los octógonos negros. 

En Perú un estudio de hábitos indica que el 37% de los habitantes de Lima dejaron de consumir productos con octógonos y algunas marcas se adaptaron a los nuevos estándares para utilizar la ausencia de sellos como una estrategia de publicidad. En México, dos años después de la implementación del impuesto a bebidas azucaradas se redujeron 9,7% las compras de estos productos mientras que aquellas sin impuesto, como el agua embotellada, se incrementaron 2,1%.

En Uruguay, a los 10 días de la entrada en vigencia de la norma de etiquetado se observó un importante nivel de utilización para decidir la compra de alimentos. Según una encuesta de Unicef y la Universidad de la República Uruguay el 58% de las personas que indicaron haber visualizado rótulos frontales en un producto que iba a comprar, cambió su decisión de compra.

De acuerdo con las proyecciones de la OPS, si se eliminaran los factores de riesgo como el tabaquismo, el consumo de ultraprocesados, el sedentarismo y el consumo excesivo de alcohol se podrían prevenir el 80% de las cardiopatías, los accidentes cerebrovasculares y los casos de diabetes de tipo 2, así como más del 40% de los casos de cáncer.

El debate ya está abierto en la región y cuatro países atestiguan que, después de arduas batallas, las regulaciones recomendadas por la OPS se pueden abrir paso. Etiquetas que no son soluciones mágicas, que no buscan forzar a las personas a consumir ni a dejar de consumir. Sellos para estimular mejores hábitos. Marcas como herramientas para decisiones informadas. Para descubrir lo que hay detrás de una caja bonita.