Por qué la industria alimentaria adora las lupas de Brasil



Por: Bocado | Argentina


Un comprador tarda seis segundos en hacer una elección en la góndola. En este corto lapso los mensajes en los productos son un misil: inducen o frenan la compra.

Por eso, desde que existe el supermercado como espacio de consumo alimentario, los productos tienen publicidad en sus etiquetas. Y la gente compra y luego de comprar come (o invita a comer a bebés, a niños). Las elecciones comandadas por la publicidad no tendrían nada de malo si no fuera porque la población hoy muere más por la comida que por el cigarrillo. La combinación de azúcar, grasa, sal, calorías vacías, edulcorantes, todo maquillado con aditivos que rellena los paquetes nos está matando.

Frente a este panorama, los rotulados frontales de advertencia surgen como un intento de procurar verdad: una mediación entre lo que ofrece la marca y lo que realmente da. Un derecho: acceso a la información y, con ella, a la salud.

De acuerdo con estudios realizados en varios países de la región, los octágonos negros resultaron ser el rotulado de advertencia más claro, rápido y preciso para desalentar el consumo de los comestibles y bebidas más problemáticos. Desde que Chile lo puso en juego en 2016, lo adoptaron después Perú, Uruguay y México. Sin embargo, hay un país que tomó otro rumbo: Brasil, que se aventuró en un rotulado que nadie había probado antes, las lupas.

Un signo de menor tamaño que los octágonos — tan chiquito que se necesita una lupa de verdad para encontrar y entender qué dice la lupa impresa —; un dibujo complejo de descifrar y, por ende, de menor impacto. Algo tan complejo que, en los seis segundos frente al producto, probablemente el consumidor podría pasar por alto. “Más blanco que negro — explicaría un diseñador —, es menos intenso”. “Más amable”, dice la industria en defensa de un modelo que la mayoría de los países ha descartado.

Por otra parte, mientras que el octágono remite a señales viales que en todo el mundo significan “alto”, la lupa indica para el lector una invitación, un esfuerzo: deténgase,vamos a ver.

Tan favorables son las lupas para las empresas alimenticias que en Brasil quien primero la aplaudió fue la Rede Rotulagem, un grupo compuesto por 21 entidades que incluye asociaciones de supermercados, industrias lácteas,industrias cárnicas y farináceos. “El modelo aprobado por ANVISA (la Agencia Nacional de Vigilancia Sanitaria) cumple los objetivos propuestos desde el inicio del proceso normativo”, dijeron los portavoces de las grandes industrias.

Pero no han aclarado cuáles objetivos supuestamente cumplen las lupas.

De hecho, oficialmente en los debates que se han dado en el país, se ha aclarado bastante poco. ANVISA comenzó a hablar de rotulados en 2014, cuando Brasil publicó una versión actualizada de la Guía alimentaria. Con ese documento la directriz que daba el país a la población era tan clara como problemática para las marcas: “Para estar saludables hay que evitar los ultraprocesados”, decían las guías. Desde ese momento la industria se sentó a la mesa para intentar cambiar la directiva científica.

En ese contexto y luego de evaluar todos los rotulados que hay en el menú — desde los semáforos que tiene Ecuador, hasta el sistema NutriScore promovido por la industria láctea e implementado en algunos países de Europa, hasta los octágonos que tanto éxito mostraban en los estudios — eligieron las lupas: el rotulado menos probado, menos efectivo y por eso menos inconveniente para el negocio de vender ultraprocesados.

Se espera que las lupas lleguen a los supermercados brasileros en 2022. Sin embargo los estudios que se hicieron hasta ahora muestran que si el objetivo de un rotulado es ayudar a hacer elecciones informadas en la góndola, no lo cumplen. En una investigación canadiense con una muestra de 11.000 participantes, sólo el 12.7% de las personas identificó a las lupas como buen sistema mientras un 37% consideró que los octágonos eran más efectivos, mientras un 33.9%. opinó en favor de otros modelos con formas de alerta y un 15.6% dijo no saber al respecto.

Pero no es solo la parte gráfica lo que falla en Brasil, el modelo de las lupas también está tomando un perfil de nutrientes “débil”. Esto es, cómo se evalúa que un ingrediente sea excesivo. Si el límite permitido para entender un exceso de azúcar por ejemplo es laxo, permite que muchos de los alimentos que son nocivos para el consumidor puedan salvarse de ser rotulados. Eso es lo que ocurre con el sistema elegido en Brasil: es más blando que otros. El de la OPS (Organización Panamericana de la Salud)por ejemplo que ha sido el parámetro para el etiquetado en México, y que ha sido incorporado al proyecto de ley de rotulado que se debate por estos días en Argentina.

En Brasil la industria tomó tanto protagonismo en el debate legislativo que incluso se obturó la posibilidad de que hubiera dos instancias de aplicación de la norma, una más permisiva — aplicada para darle un tiempo de adecuación a las marcas — y otra más estricta — que hoy ya no existe más.

El perfil de nutrientes más débil posible y un signo de difícil interpretación: eso milita la industria y en Brasil lo está consiguiendo.

Según trabajos comparativos si se aplicara el perfil de la OPS un 61% de los productos de la góndola quedarían rotulados. Mientras que con el perfil aprobado por ANVISA la medida solo alcanzará al 41%.

Así, por ejemplo el polvo para leche chocolatada Nescau, a pesar de contener 13 gramos de azúcares agregados, no llevará el signo “exceso de azúcar agregada”. Y las galletitas Club Social estarán libres de portar un alerta de “altas en grasas saturadas”.

“Argentina debería seguir el camino de Brasil”, exigieron distintos representantes de la industria en estos días en que el etiquetado de alimentos se debate en el parlamento argentino dejando claro hacia dónde están orientando en este momento sus armas.

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